10 de febrero de 1821

15 febrero, 2021 1:41 pm

Dr. Silvino Vergara Nava

«La división en los pueblos es

causa precisa de su desolación».

 Agustín de Iturbide

 

Este mes se cumplen doscientos años de uno de los sucesos en la historia de México más emblemáticos, el denominado «abrazo de Acatempan», que se sucedió un 10 de febrero de 1821, entre Agustín de Iturbide —que tenía el cargo de comandante en jefe del ejército del sur de Nueva España— y Vicente Guerrero —jefe de las fuerzas que peleaban por la Independencia de México—. Hecho que dio como consecuencia, después de diez años de guerras, batallas, muertes, pobreza etc., la proclamación de la independencia de México de España.

Para algunos historiadores, como es común, este suceso no se dio, en realidad, pues forma parte de lo que se ha denominado la «historia monumental», es decir, la dictada desde las instancias gubernamentales para glorificar a algunos y legitimar la nación, para contar con una historia nacional que identifique a toda su población. Historia monumental que se desarrolló, sobre todo, en los años del siglo XIX, por la necesidad de unificar a la población en una nación que apenas estaba conformando su independencia.

El abrazo de Acatempan o uno muy similar debió ser el acercamiento de estos dos personajes, y fue el primer paso para la independencia de México y, con ello, de muchas de las naciones que hoy conforman Centroamérica.

En el epígrafe, se ha puesto una de las frases más conocidas de Agustín de Iturbide y, a 200 años de presentado este suceso, bien valdría la pena recordarlo y ponerlo a la vista de todos, sobre todo, de las instituciones gubernamentales actuales; pues ya, desde unas administraciones públicas federales previas a la que ahora corresponde, estaba dándose una división muy profunda entre la propia población.

División que se ha ido fraguando, poco a poco y por lo que se puede visualizar, entre la burocracia y la ciudadanía, entre las víctimas de los delitos (sobre todo, los más graves, como los homicidios, la desaparición de personas, los desplazamientos forzados) y las instituciones, que no cumple con sus cometidos; y así, seguimos con la división entre derechohabientes y servidores públicos, empresarios y empleados, sindicatos y patrones, policía y población, izquierdas y derechas,  y así sucesivamente, sin que nadie, absolutamente nadie, ponga un fin a tal división; pues, lejos de que se hable de unidad de la nación, sucede todo lo contrario. Parece que se está dando una aún mayor división que la que se heredó de las administraciones públicas federales previas a la actual; lo cual causa, precisamente, lo que se dijo hace doscientos años: «La división provoca la desolación de los países» y, con ella, su fracaso, tal y como parece suceder en nuestra nación.

Por lo tanto, esta conmemoración de doscientos años del denominado «Abrazo de Acatempan» bien debería ser puesta en la palestra por la necesidad de la unidad de la población, de las instituciones de gobierno con su propia ciudadanía, entre las que, cada día, se abre un abismo más grande; razón por la que la sentencia de Agustín de Iturbide es lapidaria. De seguir con estas divisiones, evidentemente, no habrá ningún destino seguro para la nación; al contrario, se vislumbran más divisiones y, con ello, más arbitrariedades, más pobreza y, sobre todo, desolación. (Web: parmenasradio.org).





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