Requerimos legisladores lectores
«Se precisa una refundación de la legalidad,
[…] la formulación de leyes en términos claros,
la deflación legislativa, la prohibición del uso
de fórmulas oscuras y, por último,
la remodificación del derecho entero».
Luigi Ferrajoli
Estamos por iniciar un nuevo proceso electoral en México, que ya inició para muchos de los interesados en ser electos. Se dice que será el que mayor número de electores tendrá. Las elecciones para elegir diputados que constituyan la denominada «cámara baja» del Congreso de la Unión, aquella conformada por representantes de la población. Por ello, se debe tomar con mucha cautela quiénes serán los que hagan parte de esa cámara de diputados para los próximos tres años, pues han quedado pendientes muchas tareas al respecto de las decisiones y en cuanto a la legislación y aprobación de las leyes, sobre todo, las que repercuten directamente en la ciudadanía de a pie.
Desafortunadamente, el problema, que se ha agudizado en los últimos años en los procesos legislativos, es que muchas de las iniciativas de ley y reformas se han quedado estancadas y no han sido puestas, casi nunca, ni siquiera en debate en las comisiones que, de ambas cámaras, se conforman. En cambio, existen otras iniciativas de ley que pasan de forma asombrosa y con rapidez; son votadas, aprobadas e, inmediatamente, están listas para su publicación en el Diario Oficial de la Federación y para su entrada en vigor. De ello tenemos muchos ejemplos y, desafortunadamente, no sólo respecto de leyes, sino, también, en reformas constitucionales, que son mucho más delicadas por el agudo efecto que tendrán, más que las propias leyes secundarias.
Debido a esta realidad, es necesario ahora, más que nunca, legisladores lectores, porque tanto las iniciativas de ley que se quedan estancadas como las que pasan en un proceso inmediato en su aprobación deben ser leídas, por lo menos, por los legisladores.
Hay muchas de esas iniciativas aprobadas que no son, ni acaso, leídas, menos aún sus exposiciones de motivos ni los cambios que se pretenden llevar a cabo. Muchas veces, ellas son votadas y aprobadas solamente atendiendo a simples memorándums o resúmenes (ahora denominados «resúmenes ejecutivos») que alguien realiza a las prisas para dejarlos, a veces, como tarea de lectura a alguno de los legisladores. En otras ocasiones, esos resúmenes son convertidos en presentación de imágenes por monitores, pantallas, computadores, dispositivos, etc., o, de plano, son leídos en voz alta por alguien; con lo que sería suficiente para que los legisladores asuman una posición respecto de la iniciativa de ley pregonada. Por su parte, los que, en definitiva, no leyeron, ni vieron esas imágenes, menos aún leyeron esos resúmenes, acaban actuando y votando según el criterio del partido político al que pertenecen.
Por ello, muchas leyes resultan aprobadas sin muchas modificaciones ni debates legislativos; además de que, en ocasiones, esos debates legislativos son meras controversias periféricas, porque, a veces, ningún legislador —ni el que presentó la iniciativa— pudo leer la exposición de motivos ni los cambios que se pretenden llevar a cabo a la ley respectiva, así como la comparación entre la ley previa a la modificación y la ya modificada. De esta forma, los debates legislativos se convierten en un despliegue de mantas, disfraces e, incluso, golpes y empujones; porque las ideas son las que menos abundan.
Con esta realidad, verdaderamente, requerimos legisladores lectores. A lo largo de la historia, ha habido muchos errores aprobados, precisamente, por la falta de lectura de las iniciativas de ley. Luego —lo que resulta aún peor—, el propio texto de la ley, una vez entrado en vigor, es reformado a la brevedad posible, una vez observadas y detectadas las deficiencias de lectura. Por ello, se necesita que, una vez aprobados los candidatos a legisladores federales y locales, consideremos la pertinencia de que sean buenos lectores. (Web: parmenasradio.org).