Iniciación artística
Eduardo Pineda
El educador y conferencista británico Ken Robinson afirmó, en varias entrevistas, que: “Todo niño es artista: porque todo niño cree ciegamente en su propio talento. La razón es que no tiene ningún miedo a equivocarse… Hasta que el sistema le va enseñando, poco a poco, que el error existe y que debe avergonzarse de él”.
Resulta claro que Robinson realiza una interpretación atinada y crítica de la naturaleza humana y de la distorsión provocada por la socialización de los niños conforme crecen. La educación alineada al sistema opresor que genera sociedades de consumo y producción obedientes y manipuladas, se plantea como objetivo alejar a los futuros ciudadanos de un carácter sensible, analítico, pensante y libre; presentando una realidad ilusoria que contamina y nubla la conciencia humana desde los primeros años de vida.
Por ello, cuando llega el momento de decidir hacia dónde orientar la formación académica, los jóvenes por lo regular no contemplan las artes como una forma de habitar el mundo. Su decisión versa, en cambio, por la falsa promesa de enriquecerse económicamente, poniendo en el centro de la vida y sus anhelos, los bienes materiales.
Esta forma de ser y pensar redunda en una profunda infelicidad y genera frustración y ansiedad de forma constante; extrapolado a las grandes masas poblacionales, se puede comprobar fácilmente al ver los índices delincuenciales, de violencia, suicidio, insatisfacción y la enorme falta de aptitud para mantener relaciones interpersonales sanas.
Al respecto, los hombres y mujeres que se han preocupado por la formación integral de los seres humanos, aseguran que la práctica de las artes revierte aquella contaminación de la conciencia que el sistema nos impone. De manera que el arte es el antídoto contra la enajenación material y banal de la vida moderna inmersa en el capitalismo.
Con mayor énfasis, podemos declarar la urgencia de una educación complementada con las diversas disciplinas artísticas, cuando hablamos de sociedades que viven bajo sistemas de países como el nuestro, controlados por criminales y delincuentes que han permeado las esferas políticas y empresariales.
En medio del caos que la modernidad y sus banalidades han generado, traemos a la memoria las atinadas palabras del pintor hispano Pablo Picasso: “El propósito del arte es quitar el polvo de la rutina de nuestras almas”.
De manera que, una formación artística paralela o que sustituya a la educación que habitualmente el sistema ofrece, es imperativa si se desea construir una mejor sociedad, y es igualmente importante tomar en cuenta que, cuando se trata de una educación en las artes que se precie de practicar formas adecuadas de enseñanza, esta deberá incluir la libertad y desarrollo personal de cada individuo sin estar desprovista de disciplina y rigor académico.
Al respecto, la escritora y educadora Meri Cherry, dice: “El acto de enseñar arte para niños pequeños se trata del proceso, no del resultado.”
Por ello, celebro la existencia de una institución avocada a esta tarea, el Centro para las Artes TETIEM, es un ágora, un lugar del que la sociedad no puede prescindir, porque integra entre sus esfuerzos la Escuela de Iniciación Artística que ofrece precisamente esa curricular que fomenta la creatividad y sensibilidad que precisa todo ser humano en su proceso formativo.
El maestro Edgar Goches nos comparte la naturaleza de esta labor y nos muestra la forma de transmitir los conocimientos, actitudes, aptitudes y habilidades, que desde el aprendizaje y práctica de las áreas, los estudiantes adquieren y ponen a su disposición para habitar el mundo y sus realidades.
Eduardo Pineda