
La muerte del juez Everardo Maya: sospechas, poder y silencios
El cuerpo del juez Everardo Maya Arias fue hallado el 15 de junio dentro de una camioneta blanca, en Zinacantepec, Estado de México. Había una pistola junto a él. La versión oficial insinúa suicidio. Pero detrás de la muerte, como un eco persistente, resuena su papel en algunos de los casos judiciales más turbios del país.
Fue él quien concedió una suspensión definitiva a Ovidio Guzmán, hijo del Chapo, protegiéndolo de una orden de aprehensión. También otorgó un amparo al exalcalde de Iguala, José Luis Abarca, figura vinculada con la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa.
En Palacio Nacional, el expresidente López Obrador lo había señalado con nombre y apellido. Lo acusó de “defender delincuentes” y lo puso como ejemplo del entramado de corrupción judicial.
Ahora, muerto y silenciado, Maya Arias ha dejado tras de sí un rastro de sospechas que el gobierno federal promete seguir. Pero los muertos no se defienden. Y el poder —como siempre— escribe sus propios expedientes.
El Consejo de la Judicatura y la JUFED lamentaron su muerte. Lo recordaron como juez. Otros lo recordarán por sus decisiones. El país, por su silencio final.