
Letterboxd reinventa su reino cinéfilo con un videoclub digital integrado
Por años, Letterboxd ha sido la catedral del cinéfilo moderno. El lugar donde uno entra a ver películas —o, más bien, a presumir que las vio—, a escribir reseñas mordaces, a curar watchlists que jamás se cumplirán y a leer comentarios más filosos que la crítica profesional. Pero ahora la plataforma quiere algo más que alimentar nuestros egos cinéfilos: quiere convertirse también en el lugar donde vemos las películas. No solo donde las juzgamos.

La compañía anunció el lanzamiento de Letterboxd Video Store, un movimiento que, en términos tecnológicos y culturales, equivale a transformar la vieja videocasetera en un sistema de recomendación global. La red social del cine por excelencia ahora permitirá rentar películas directamente desde la app, sin suscripciones ni contratos, bajo un modelo sencillo: pagas lo que ves, cuando lo quieres ver. Un giro ambicioso para un proyecto nacido en 2011 como un refugio para la crítica amateur, el cine de culto y el eterno debate sobre si Nolan es un genio o un ilusionista caro.
La apuesta es evidente: integrar en un solo ecosistema todo lo que la comunidad ya hace naturalmente. Crear listas, buscar títulos, reseñar, discutir. Letterboxd quiere que ese tráfico obsesivo de datos, opiniones y descubrimientos se convierta en el alma de un videoclub vivo, actualizado en tiempo real y adaptado al gusto colectivo. Una fantasía que muchos vivimos en los extintos Blockbuster, pero ahora impulsada por miles de usuarios que creen que su opinión de 200 caracteres es indispensable para el mundo.

El despliegue será gradual, empezando en Estados Unidos en diciembre. Después vendrán otros países. México —hogar de una comunidad especialmente ruidosa y activa— figura como candidato natural para las primeras etapas. Si algo distingue al público mexicano en Letterboxd es su pasión por la discusión, por el humor corrosivo y por las listas interminables que mezclan Tarkovski con “Shrek 2”. Esa energía, evidentemente, es un activo valioso.
La experiencia de renta será simple. Cada película tendrá una etiqueta indicando disponibilidad, precio y calidad (HD o 4K). Una vez rentada, el usuario tendrá 30 días para darle play… y 48 horas para terminarla después del primer impulso. Todo ello integrado de manera orgánica a la biblioteca personal: tu historial, tus listas y tu identidad cinéfila permanecerán intactos.
Pero lo más interesante está en las “estanterías curadas” del Video Store. Aquí es donde Letterboxd quiere mezclar el olfato humano con el algoritmo. Habrá categorías como Festival standouts —aquellas películas que brillaron en circuitos internacionales pero aún no llegan a plataformas—; Long-watchlisted titles, la eterna deuda cinéfila que por fin podrás saldar; Restauraciones y redescubrimientos; y Limited-time drops, estrenos fugaces y rarezas que desaparecerán si pestañeas. Todo alimentado por datos reales: búsquedas, comentarios, listas y otras señales que la empresa no explica del todo, quizá porque teme que descubramos su fórmula secreta.
¿Y si quieres sugerir un título para que llegue al catálogo? Fácil: lo agregas a una lista y usas el tag #video-store-recs. Una especie de democracia cinéfila digital que, si funciona, podría cambiar la forma en que descubrimos cine.
¿Cuándo llega a México? No hay fecha. Solo una promesa: “muy pronto”. Pero si algo sabemos es que Letterboxd entiende su mercado. Y México es demasiado activo como para dejarlo esperando.
Cuando eso ocurra, el ritual cinéfilo —ver, registrar, debatir— estará, por primera vez, completo. Ahora sí, el círculo se cierra.







