
La salida de Alejandro Gertz Manero de la Fiscalía General de la República (FGR). Tras días de rumores, especulaciones y versiones encontradas, el fiscal presentó su renuncia formal al Senado. ¿La razón? La presidenta Claudia Sheinbaum lo propuso como embajador en “un país amigo”. Así, con una carta mesurada pero cargada de simbolismos, concluye una gestión que prometía autonomía, pero que terminó marcada por controversias.
En la misiva enviada a la Cámara Alta, Gertz argumentó que el nombramiento diplomático le permitirá “seguir sirviendo al país” y agradeció la confianza presidencial. Acto seguido anunció su retiro efectivo del cargo, el cual originalmente se extendía hasta 2028. La comunicación, más protocolaria que introspectiva, contrasta con la intensidad del debate público que lo acompañó durante años.
Con la renuncia aceptada por 74 votos a favor y 22 en contra, el Senado abrió el procedimiento para seleccionar a la nueva o nuevo titular de la FGR. De momento, Ernestina Godoy —a quien Gertz nombró hace apenas unas horas como cabeza de la Fiscalía Especializada de Control Competencial— queda como encargada de despacho.
Si el anuncio ya era relevante, la reacción de Julio Scherer Ibarra y Julio Scherer Pareyón encendió aún más la pradera. En un documento contundente, celebraron la retirada del fiscal, a quien acusaron de haber sometido a la institución a sus “rencores antiguos” y de ejercer la justicia como herramienta de intimidación. Según ellos, su salida marca el cierre de “uno de los capítulos más oscuros” de la historia de la Fiscalía. Es, en otras palabras, un respiro nacional.
El contraste llegó desde la oposición institucional. El priista Alejandro “Alito” Moreno defendió el legado de Gertz, calificándolo como un servidor público imparcial, incluso víctima de un “movimiento golpista”. Para él, la FGR resistió embates del poder gracias a la conducción del ahora exfiscal. Mientras tanto, Clemente Castañeda votó en contra de aceptar la renuncia, argumentando que la aspiración diplomática no constituye una “causa grave”, requisito constitucional para abandonar el cargo.
La propia presidenta Sheinbaum, en su conferencia matutina, aseguró que el fiscal había hecho “un buen trabajo”. Aunque reconoció que recibió la notificación del Senado, afirmó no haber sido informada previamente de la renuncia. Sus palabras reflejan una despedida sin estridencias, más institucional que afectiva.
Ahora, el país entra en un proceso que, constitucionalmente, demanda rigor: ciudadanía mexicana por nacimiento, mínimo 35 años de edad, diez años de experiencia como abogado, buena reputación y ausencia de condenas dolosas. No es menor el reto. El nuevo titular de la FGR deberá asumir una institución golpeada por cuestionamientos y urgida de credibilidad.
Lo que sí queda claro es que la renuncia de Gertz Manero no fue un simple movimiento administrativo. Fue el cierre —para algunos abrupto, para otros necesario— de una era que dividió opiniones, tensó relaciones y puso a prueba la promesa de autonomía de la Fiscalía.






