
La herencia de SIlvia Pinal ¿Cuánto le tocó a cada integrante?
A un año del fallecimiento de Silvia Pinal, la última gran diva del Cine de Oro mexicano, la familia más mediática del entretenimiento nacional continúa atrapada en un enredo que, lejos de apagarse con el tiempo, parece avivarse con cada nueva revelación. La actriz murió el 28 de noviembre de 2024, a los 93 años, dejando tras de sí una trayectoria monumental… y una herencia que hoy mantiene en vilo a hijos, nietas y a la opinión pública.

En días recientes, el tema volvió a los reflectores gracias a la información divulgada en La esquina de las primicias, el programa conducido por el periodista Emilio Morales. Con la frialdad de quien sabe que toca un terreno minado, el comunicador soltó la cifra que reactivó los jaloneos al interior de la Dinastía Pinal: Alejandra Guzmán, Luis Enrique Guzmán y Sylvia Pasquel habrían recibido 100 millones de pesos cada uno como parte de la repartición de bienes. “Nada más”, subrayó Morales, como si el monto no fuera suficiente para cualquier familia… menos para ésta.
Pero ahí no terminó el asunto. Morales añadió que Stephanie Salas y Michelle Salas, nieta y bisnieta de Pinal, también fueron beneficiadas. Según el periodista, ambas cobraron un seguro de vida con componente de inversión por 9 millones de pesos. Un dato menor si se compara con lo recibido por los herederos directos, pero suficiente para alimentar la narrativa de presuntas inequidades dentro del clan.

Lo paradójico es que, según personas cercanas a la familia, la intención de Silvia Pinal era que su legado material quedara perfectamente ordenado. La realidad dista mucho de ese ideal. El primer aniversario luctuoso de la actriz transcurre en un ambiente espeso, cargado de tensiones y versiones encontradas. En la Dinastía Pinal —una familia cuya historia pública ha sido tan turbulenta como fascinante— cualquier chispa se transforma de inmediato en incendio mediático.
Las filtraciones sobre montos, beneficiarios y seguros de vida han contribuido a generar una narrativa que la familia, en teoría, quiere evitar. Pero la discreción nunca ha sido el sello de este linaje. La combinación entre intereses económicos, egos profesionales y cámaras siempre encendidas crea el caldo de cultivo perfecto para interpretaciones, rumores y nuevas peleas.
Todo esto sucede mientras la memoria de Silvia Pinal permanece como un referente insoslayable de la cultura mexicana. Su paso por el cine, la televisión y el teatro es más grande que cualquier discusión financiera. Sin embargo, basta que se pronuncie su nombre para que la atención se dirija, inevitablemente, a los pleitos internos por su patrimonio.
A un año de su partida, la herencia de Silvia Pinal no ha logrado lo que ella probablemente deseaba: pacificar a la familia. Al contrario, sigue siendo el epicentro de un terremoto que amenaza con prolongarse. Lo único cierto es que la historia continuará dando de qué hablar.








