
La RAE abre el diccionario a la lengua de la calle digital hoy
Redacción
La Real Academia Española suele ser vista como una institución solemne, casi inmóvil, encargada de custodiar la pureza del idioma. Sin embargo, su tarea real es bastante más compleja —y, a veces, incómoda—: observar cómo hablamos y decidir cuándo ese uso cotidiano merece convertirse en norma. Eso es lo que vuelve a ocurrir con la más reciente actualización del Diccionario de la lengua española.
La versión electrónica 23.8.1 del DLE, presentada por el director de la RAE y presidente de la ASALE, Santiago Muñoz Machado, junto con Elena Zamora, responsable del Instituto de Lexicografía, incorpora términos que hasta hace poco parecían ajenos al diccionario. Palabras nacidas en la calle, en internet o en prácticas sociales contemporáneas han alcanzado tal nivel de uso que ignorarlas sería cerrar los ojos a la realidad lingüística.
Ahí están ejemplos como farlopa, gif, bocachancla o simpa, que reflejan registros coloquiales; otros como crudivorismo o microteatro, vinculados a nuevas prácticas culturales; y términos tecnológicos como loguearse, impensables hace unas décadas. Incluso conceptos sociales como milenial o turismofobia dan cuenta de cómo el lenguaje también funciona como termómetro de su tiempo.
La inclusión no implica un aval moral ni una invitación a usar estas palabras, sino el reconocimiento de que ya están ahí. La RAE no dicta cómo debemos hablar; describe cómo hablamos. Esa distinción, que suele perderse en la polémica pública, es clave para entender su papel.
Muñoz Machado ha subrayado que esta actualización llega con “menos pretensiones” que otras, como un anticipo de la edición 24 del diccionario, prevista para noviembre de 2026 y anunciada como mucho más amplia y renovada. En el fondo, el mensaje es claro: el idioma cambia, y el diccionario, si quiere seguir siendo útil, tiene que cambiar con él.







