
Belinda denuncia a Lupillo Rivera por violencia digital y mediática
La historia entre Belinda y Lupillo Rivera ha pasado de los escenarios a los tribunales. La cantante presentó una denuncia formal por violencia digital y mediática contra el intérprete de regional mexicano, acusándolo de haber divulgado aspectos de su vida privada sin su consentimiento. El conflicto, que llevaba meses en el terreno de los chismes y las entrevistas, se transformó ahora en un caso legal con posibles repercusiones en la forma en que las figuras públicas manejan su intimidad frente a los medios.
De acuerdo con un comunicado emitido por el despacho Maceo, Torres & Asociados, representante de la artista, la denuncia se presentó el pasado 2 de octubre ante la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México, instancia que además concedió medidas de protección a favor de Belinda. Entre ellas, se incluiría la prohibición para Rivera de acercarse o comunicarse con ella y la eliminación de cualquier contenido relativo a la cantante en sus redes sociales.
El despacho subrayó un punto esencial: “Ser figura pública no legitima la utilización de su imagen ni la revelación de aspectos de su vida íntima sin consentimiento expreso. Tales actos constituyen violencia de género y una violación a los derechos humanos”. En otras palabras, el hecho de que alguien viva bajo el reflector no convierte su vida privada en un bien público.
El detonante fue la publicación del libro autobiográfico de Rivera, Tragos Amargos, en el que el cantante narra detalles de un presunto romance con Belinda, así como declaraciones que ha reiterado en entrevistas recientes. En el programa ¡Siéntese quien pueda!, Rivera incluso contó que perdió un celular con “material sensible” de la cantante, insinuando que contenía fotografías y videos personales.
“Andaba loco buscando el celular porque ahí tenía pues todo. Yo no le quería llamar para decirle, me daba miedo”, reconoció ante el periodista Lucho Borrego.
El cantante aseguró que guardó copias de ese material en una computadora “por precaución”, una afirmación que, vista a la luz de la denuncia, complica aún más su situación. Rivera no ha respondido públicamente al proceso legal en su contra, aunque sus declaraciones previas sugieren poca conciencia del posible daño que provocó.
La historia tiene además tintes de escándalo adicional. Según la misma entrevista, una supuesta “enemiga” de Belinda habría intentado acostarse con Rivera solo para humillarla.
“Te utilizaron vilmente como un objeto sexual”, le dijo Borrego al cantante, quien respondió con un evasivo “a eso nunca le he dicho que no, vamos”.
Más allá del morbo, el caso abre un debate serio sobre los límites entre la libertad de expresión y la privacidad. La exposición mediática no puede ser sinónimo de impunidad para divulgar intimidades ajenas. En tiempos donde una grabación o un mensaje pueden destruir reputaciones, el derecho a la privacidad debería ser tan sagrado como el de hablar libremente.
Belinda, al llevar su caso ante la justicia, no solo busca limpiar su nombre, sino sentar un precedente legal en defensa de las mujeres que enfrentan la difusión no consentida de contenido personal. Si algo deja claro esta disputa, es que la línea entre el amor, la fama y la violencia mediática puede ser tan delgada como peligrosa.