Corrupción judicial: ahora del discurso a los hechos
«Persiste la corrupción en tribunales del país.
Quien afirme lo contrario miente descaradamente».
Arturo Zaldívar
Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación
En estos días de julio de 2021, el presidente de la Suprema Corte reconoció que, en los tribunales de México, aún persiste la corrupción; lo cual no es una noticia nueva ni algo que nadie desconociera; esto florece en muchos tribunales y juzgados mexicanos día con día y es una de las tres razones, junto con la falta de preparación de muchos miembros de estos órganos jurisdiccionales, así como el ambiente burocrático de complicar la vida a los justiciables y hacer el mínimo esfuerzo en el trabajo judicial, por las cuales contamos con un Estado de Derecho tan deteriorado y una administración de justicia deplorable.
La noticia buena es que esa corrupción fue revelada de forma más que publica por quien ostenta el cargo más alto en las instancias jurisdiccionales; lo cual es ya un paso adelante, pues durante muchos años los discursos se han encargado de sostener que no hay corrupción ni mala prácticas judiciales, cuando es claro que, sobre todo en los tribunales dependientes de las entidades federativas, los litigantes deben dar cuotas por cualquier servicio, emplazamientos, copias urgentes, diligencias, notificación de acuerdos hasta la sentencia final. Por ello, la poca credibilidad de muchas instituciones del Estado ha provocado salidas alternas, que no son otra cosa que más corrupción.
La buena noticia es que se ha reconocido esa corrupción. Sin embargo, que el presidente de la Suprema Corte la reconozca tiene más mérito, pues es evidente que ella está en el propio Poder Judicial, que siempre ha mostrado una imagen de incorruptibilidad en los jueces, magistrados y ministros, así como en la generalidad de personas que laboran en dicho poder de la unión. Entonces, si el titular la está reconociendo, las cosas dentro de ese organismo están bastante podridas.
Ahora, lo que hace falta es que, después de reconocer este mal de la corrupción, se reconozcan los otros dos problemas ya comentados: la falta de conocimiento e incapacidad de muchos miembros de los órganos jurisdiccionales. Esto es otro tema que lacera al Estado de Derecho en México. Criterios rayando en lo inverosímil se han vuelto algo muy común en los tribunales y juzgados del país; pues, a raíz del gobierno de la administración publica federal de Vicente Fox, creció el Poder Judicial, se le dotó de más recursos económicos para la creación de más y más juzgados y tribunales por todo el territorio nacional con la finalidad de impartir justicia, cuyo propósito fue muy noble, pero con el problema principal de que no había personal capacitado para ello. Por ende, los tribunales y juzgados, como «hongos en el bosque», crecieron por doquier con consecuencias catastróficas. Una gran cantidad del personal que forma parte de esos tribunales vieron su oportunidad de enriquecerse ellos mismo y a su familia o, de plano, una gran cantidad de personal sin capacidad ni conocimiento alguno (menos en la vocación de impartir justicia, cuya tarea es resolver juicios) fue contratada por recomendaciones y deudas políticas. El resultado es obvio: una pésima impartición de justicia y una gran cantidad de jueces prepotentes. Prepotencia que no sino la reacción normal de quienes desconocen la materia y de su incapacidad.
Lo que también hace falta es que, de ese discurso donde se ha reconocido la corrupción, se tomen las medidas, de una vez por todas, para contenerla; ya que es evidente que muchos de los problemas que se suscitan en la sociedad, esa violencia extrema que se vive, esas escenas de películas de terror que se observan todos los días en los medios de comunicación tienen mucho que ver con la deplorable administración de justicia. Desde luego que, también, hay funcionarios judiciales, secretarios, jueces, magistrados, ministros cuya labor está tatuada en la piel; verdaderamente, son privilegiados de ejercer su propia vocación; lo único salva un sistema que cada día está cayéndose más a pedazos. Pero, por lo menos, ya se dio el primer paso: reconocer la corrupción judicial. (Web: parmenasradio.org).