
EE.UU. despliega destructores frente a Venezuela: la mayor operación militar en el Caribe desde 1989

En los próximos días, tres destructores de la Marina estadounidense —el USS Gravely, el USS Jason Dunham y el USS Sampson— llegarán a aguas cercanas a Venezuela. Se trata de buques de guerra de la clase Arleigh Burke, equipados con misiles guiados y sistemas de defensa de última generación. La misión, confirmada por fuentes del Pentágono y revelada por la agencia AP, busca enfrentar lo que Washington considera una creciente amenaza para su seguridad nacional: el narcotráfico que fluye desde América Latina.
No estamos frente a un despliegue cualquiera. Se trata de la mayor operación naval de Estados Unidos en el Caribe desde la invasión de Panamá en 1989. La diferencia es que, en esta ocasión, el enemigo declarado no es un gobierno —al menos no de manera oficial—, sino los cárteles de la droga. Aunque en el trasfondo, el verdadero blanco parece ser Nicolás Maduro, acusado por la administración Trump de encabezar el llamado Cártel de los Soles.
El operativo no se limita a tres barcos. Washington también enviará cerca de 4 mil marines, aviones espía P-8, al menos un submarino de ataque y otros buques de guerra. La Casa Blanca, a través de su portavoz Karoline Leavitt, fue clara:
“Estados Unidos usará todos los elementos de su poder para detener el flujo de drogas y llevar a los responsables ante la justicia”.
Palabras fuertes que se inscriben en la narrativa de Donald Trump de combatir lo que llama “narcoterrorismo” en el hemisferio.
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— Marco Rubio (@marcorubio) August 19, 2025
La reacción en Caracas no se hizo esperar. Diosdado Cabello, hombre fuerte del chavismo, aseguró en televisión nacional que Venezuela también tiene tropas desplegadas en el Caribe “para defender su mar y su territorio”. Nicolás Maduro, por su parte, anunció el alistamiento de 4.5 millones de milicianos para “responder a las amenazas estrafalarias del imperio”. El líder bolivariano insiste en que sus mares y cielos son intocables, y acusa a Estados Unidos de fabricar excusas para intervenir.
El contexto regional complica aún más las cosas. Guyana, país vecino con el que Venezuela mantiene un viejo litigio por el territorio del Esequibo, denunció que la mayoría de las drogas que transitan por su territorio provienen de Venezuela. El jefe de la Unidad Antinarcóticos de Guyana fue contundente:
“No ayuda que Venezuela sea un narcoestado”.
Un señalamiento que alimenta la narrativa de Washington.
México, por su parte, ha reiterado a través de la presidenta Claudia Sheinbaum su postura tradicional: no intervención, autodeterminación de los pueblos y solución pacífica de las controversias.
En este tablero geopolítico, la ofensiva militar de Trump puede leerse en dos dimensiones. Primero, como una estrategia electoral: mostrarse duro contra el crimen organizado transnacional en tiempos donde la crisis del fentanilo es tema central en la política estadounidense. Segundo, como un mensaje directo a Maduro: su régimen está en la mira y ya no se le trata como un gobierno legítimo, sino como una organización criminal.
El problema es que las operaciones militares, una vez iniciadas, suelen escalar más allá de lo previsto. Y si algo nos enseña la historia es que el Caribe, cuando se militariza, se convierte en un polvorín.