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El aliento tóxico de la sierra: el laboratorio del infierno y la sombra de “El Mencho”

18 junio, 2025 2:14 pm

Aquila, Michoacán — Desde las alturas silvestres donde los árboles se encorvan como ancianos que ocultan secretos, las fuerzas del Estado descendieron como un viento necesario. En San Pedro Naranjestil, comunidad enclavada entre las entrañas serranas del municipio de Aquila, un narcolaboratorio brotaba del suelo con la naturalidad de una plantación ancestral. No era maíz lo que se cultivaba, sino metanfetamina, marihuana y una mezcla mortal compuesta de ácido tartárico, cloruro de metileno y sosa en escama. Una fábrica del delirio, cuidadosamente amueblada con tanques de gas, centrifugadoras y reactores químicos que no desentonarían en la obra de un alquimista sin escrúpulos.

El Mencho, el narco discreto al mando del cartel más poderoso de México | EL PAÍS México

Aquel día, soldados de la Sedena, agentes de la Fiscalía General de la República y elementos de la Guardia Civil irrumpieron en el complejo como si se tratara de un fantasma largamente invocado. Aseguraron 43 kilos de metanfetamina cristalina, 800 de marihuana, y el aire se impregnó de un silencio espeso: el silencio de quienes saben que la guerra apenas se traslada unos metros más allá.

Este no es un episodio aislado. La sierra-costa de Michoacán es hoy territorio de disputa entre dos espectros que se desangran por el control del narcoimperio: el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), bajo la mano invisible de Nemesio Oseguera Cervantes, “El Mencho”; y La Familia Michoacana, una hidra de muchas cabezas que lleva más de una década sembrando rutas y cosechando cuerpos.

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El operativo fue un suspiro táctico en una guerra de siglos. En junio del año pasado, el CJNG arremetió con balas en Santa María Ostula, desnudando su ambición por dominar los pasos montañosos que conectan Michoacán, Jalisco y Guerrero. El alcalde de Aquila, José María Valencia, lo dijo sin adornos: “El Mencho lleva diez años intentando entrar”. En respuesta, grupos de autodefensas han tejido su propia defensa con armas de segunda mano y dignidad de primera.

Mientras tanto, en otro frente, el gobierno de Estados Unidos despliega su arsenal financiero. El Departamento del Tesoro ha sancionado por terrorismo a cinco figuras clave del CJNG. Al frente, El Mencho, cuya cabeza tiene un precio de 15 millones de dólares, acusado de inundar Estados Unidos con fentanilo y México con cadáveres.

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Le sigue Ricardo Ruiz Velasco, “El Doble R”, el más reciente rostro del horror: principal sospechoso del feminicidio de Valeria Márquez, influencer asesinada en plena transmisión en vivo. En la misma lista negra figuran Julio “El Chorro” Castillo, yerno de El Mencho; Hugo “El Sapo” Mendoza, estratega del terror; y Audias “El Jardinero” Flores Silva, sembrador de laboratorios en Michoacán.

La OFAC —ese ministerio de las maldiciones económicas— ha sellado sus bienes y les ha congelado las sombras. Pero la sierra no se congela. En lo más hondo del monte, donde el Estado es un rumor esporádico y el narco una presencia sólida, la guerra sigue latiendo.

Y en San Pedro Naranjestil, tal vez esta noche, alguien más esté mezclando químicos bajo el amparo de los árboles y el silencio.





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