El enigma del caso de los 43 de Ayotzinapa
David Becerra
Ha pasado ya una década de un atroz suceso de gran magnitud que hizo eco en cada rincón del país e, incluso, a nivel internacional, en el que estudiantes mexicanos se vieron involucrados en una desaparición forzada en Iguala, Guerrero.
43 jóvenes de entre 17 a 25 años de la escuela rural, Raúl Isidro Burgos estaban en una actividad “cotidiana” realizada año con año, como viajar desde Ayotzinapa hasta Iguala, donde tomarían camiones que los llevarían hasta la Ciudad de México, para conmemorar la fecha del 2 de octubre de 1968 donde se había presentado “la matanza de Tlatelolco”.
En años previos al 2014, esta actividad, por parte de los estudiantes normalistas si bien causaba parálisis en Iguala, ya se sabía que la toma de autobuses ocurriría y, era incluso, apoyada logísticamente por empresas de transportes; sin embargo, aquella noche del 26 de septiembre la reacción de las autoridades municipales fue agresiva accionando armas de fuego para impedir la salida de las unidades de transporte, posteriormente se sumaron elementos civiles a los bloqueos de los estudiantes.
La violencia se extendió durante toda la madrugada y 5 camiones que tomaron los 43 estudiantes de Ayotzinapa fueron con los que se llevó cabo la desaparición forzada. Seis personas fueron ejecutadas y hubo 40 lesionados.
Las líneas de investigación ha revelado que los civiles que apoyaron a la autoridad, tanto municipal como estatal a reprender a los estudiantes formaban parte de un grupo ligado a actividades fuera de la ley conocido como “Guerreros Unidos”.
Al día de hoy, hay muchas omisiones en los más de 800 expedientes que conforman el “Caso Ayotzinapa,”; no hay certeza del paradero y familiares de los estudiantes ya que cada año claman por justicia y por revelar información, que según sus palabras, revelarían la ubicación de los 43 desaparecidos siempre en la protesta con la consigna “VIVOS SE LOS LLEVARON, VIVOS LOS QUEREMOS”.