
El Papa León XIV: motos, vino y ecología integral

Por estos días, el Papa León XIV parece decidido a mostrarnos que el papado del siglo XXI puede ser tan terrenal como espiritual. Esta semana lo vimos en un gesto que dio la vuelta al mundo: se subió a una motocicleta BMW, firmó el tanque y la convirtió en pieza de subasta para financiar programas de apoyo a niños en Madagascar. La escena en la Plaza de San Pedro fue, por decir lo menos, poco habitual: un pontífice sentado sobre una motocicleta, bendiciendo con una mano mientras la multitud aplaudía. Un guiño moderno, muy en línea con su estilo de comunicación cercano y performativo.
Pero no se trata de un simple acto mediático. León XIV está construyendo un relato: su papado busca mostrarse como un puente entre la tradición y el presente. En paralelo al episodio de la motocicleta, este viernes inaugurará el Centro de Alta Formación Borgo Laudato Si’, en los jardines de Castel Gandolfo. El proyecto, ideado originalmente por el Papa Francisco, había quedado en suspenso tras su muerte. León XIV decidió retomarlo y darle un impulso definitivo.
Este centro es ambicioso: busca ser un laboratorio vivo de ecología integral. Allí se producirán vinos —con la etiqueta “LaudatoSi’”—, aceites, quesos y miel, todos bajo prácticas sostenibles. Pero lo más interesante no es la producción agrícola en sí, sino el componente social. Habrá talleres para personas en situación de vulnerabilidad: refugiados, mujeres víctimas de violencia, exreclusos y jóvenes en riesgo de exclusión. La idea es que no sólo aprendan técnicas de jardinería, viticultura y agricultura regenerativa, sino que encuentren una oportunidad de reinserción laboral.
Es difícil no ver en esto un gesto político. León XIV parece comprender que la Iglesia no puede limitarse a hablar de cambio climático en términos teóricos; debe mostrar ejemplos concretos de sostenibilidad y economía circular. Por eso el centro será energéticamente autosuficiente, reciclará sus residuos para producir fertilizantes y contará con un sistema de riego inteligente que promete ahorrar hasta 95% de agua. Una muestra de que el Vaticano, ese Estado diminuto, quiere predicar con el ejemplo.
En paralelo, León XIV sigue usando las audiencias generales para profundizar en el sentido espiritual de su pontificado. Esta semana reflexionó sobre las últimas palabras de Jesús en la cruz: “Tengo sed”. Según él, esa frase no es un signo de derrota, sino de humanidad. El Papa insistió en que “nadie puede salvarse por sí mismo” y que la vida se cumple cuando aprendemos a recibir, incluso ayuda. En una época que idolatra la autosuficiencia, el mensaje es contracultural.
En conjunto, estas acciones dibujan el perfil de un pontífice que quiere mover el centro de gravedad de la Iglesia hacia una mayor coherencia práctica. León XIV no sólo predica la fraternidad universal, sino que la pone en escena: lo mismo en una misa íntima frente a la tumba de Santa Mónica que al firmar una motocicleta para una causa social. El suyo es un papado de gestos y símbolos, y parece decidido a que ninguno pase desapercibido.