Estados Unidos: ¿es posible sanar el “alma” de una sociedad tan dividida?

27 enero, 2021 8:20 pm


La ceremonia de toma de protesta del presidente número 46 de los Estados Unidos de América pasará a la historia como una de las más vigiladas y tensas de la historia. Los hechos violentos en el Capitolio y las amenazas de protestas y ataques armados previos a la transición de gobierno generaron un clima de riesgo e incertidumbre sin precedentes.

Por primera vez en décadas, la división y la polarización existente en la sociedad norteamericana puso en jaque la continuidad de sus instituciones democráticas. Afortunadamente la ceremonia inaugural se realizó de manera pacífica, y Joe Biden y Kamala Harris, juraron como presidente y vicepresidenta de Estados Unidos.

En su discurso inaugural, Biden reconoció el momento crítico por el que atraviesa la Unión Americana. “Pocas personas en la historia de nuestra nación —dijo— han tenido más desafíos o han encontrado un momento más desafiante o difícil como el momento en que nos encontramos ahora”. Y ante la profunda polarización con la que inicia su mandato, Biden hizo énfasis en lo mucho que hay que “reparar”, en lo mucho que hay que “sanar”. “Empecemos todos de nuevo a escucharnos unos a otros, a oírnos, a vernos y a mostrar respeto entre nosotros. La política —dijo— no debe ser un incendio que arrase con todo”.

Advirtió que enfrentará y vencerá al extremismo político, la supremacía blanca y el terrorismo interno, e hizo un llamado a la unidad y a sanar la democracia: “Hoy —dijo para finalizar— mi alma está aquí para poder unir a nuestra nación” y pidió a todos los norteamericanos unirse en esta causa.

La pregunta obligada es ¿se puede sanar el alma de una sociedad dividida? ¿Se puede escuchar al otro y mostrar respeto por quien no piensa como nosotros en una sociedad enfrentada y polarizada? ¿Se puede pedir unidad en medio de la desconfianza y el desprecio por el adversario?

Para responder estas preguntas vale la pena tener una idea aproximada de las características generales del electorado que apoyó a Trump (74 millones de votos) y de quienes apoyaron a Biden (80 millones de votos).

Por ejemplo, a Trump lo apoyan básicamente personas blancas, mayores de 65 años, tanto ricos como pobres, de raza blanca, del medio rural más que urbano, con bajo nivel educativo y de ideas conservadoras. Se trata de gente muy religiosa —muchos de ellos evangelistas— que creen que los inmigrantes son una carga para Estados Unidos. Casi todos poseen armas y consideran a la bandera confederada como un símbolo de orgullo sureño. La mayoría cree que la población afroamericana es responsable de que el país no salga adelante y niegan la teoría del cambio climático. Piensan que el gobierno debería promover los valores tradicionales de la sociedad. En general, se trata de personas mal informadas y que solo están dispuestas a participar en actividades cívicas en época de campaña y el día de la elección.

Por el contrario, entre quienes apoyaron a Biden destacan personas jóvenes, más mujeres que hombres, de clase media, con estudios medios y superiores, muchos de ellos con título universitario, que suelen pertenecer a alguna minoría étnica y participan activamente en la comunidad. Están muy bien informados, son partidarios de la diversidad, viven mayoritariamente en zonas urbanas y enarbolan banderas progresistas. Es un electorado que le da una gran importancia al tema medioambiental, el desarrollo científico y el respeto a los derechos humanos.

Evidentemente, para quienes simpatizan con la causa demócrata, la derrota de Trump representa el fracaso del populismo y la demagogia, así como del discurso racista y la narrativa del odio y la división. Significa el triunfo de la sensatez y la civilidad. Mientras que para los simpatizantes republicanos y pro Trump, la derrota de su candidato significa el triunfo de las ideas “socialistas” y de “izquierda”, así como del discurso fundado en el igualitarismo y el comunitarismo. De hecho, dado el cuestionamiento a la limpieza del proceso electoral, el triunfo de Biden significa también la derrota de la civilidad democrática y de sus instituciones.

Como se puede apreciar, estamos hablando de dos perfiles totalmente distintos y de dos realidades completamente diferentes. Dos interpretaciones totalmente opuestas del mundo y de cómo funciona; de dos ideologías diametralmente distintas acerca de lo que es mejor para un país y para la sociedad. Es claro que en estas condiciones, es difícil pensar en unidad, mucho menos de “sanar el alma”. Para ello sería necesario acabar con el “caldo de cultivo” en el que se reproduce la división y el encono al interior de la sociedad norteamericana, que es la falta de oportunidades de educación y progreso para un amplio segmento de la población. De ese tamaño es el reto de la reconciliación que enfrenta Biden.





Relacionados

Back to top button