Javier Bátiz, el maestro de Carlos Santana y Alex Lora, fallece a los 80 años
El Brujo, Metromental, el mexicano del Harlem, el padre de todos ellos, y demás sobrenombres que se les vayan ocurriendo, todos le quedan a Bátiz. Aquel que le enseñaría a tocar la lira a Carlos Santana y a Alex Lora a la vez que en Tijuana en 1957, se juntaba con el “Bayoye”, “Brachi”, “Chichi”, “Meño” y Max Martínez para fundar a los TJ´s. Un grupo que se nutría de toda la música de T Bone Walker, Muddy Waters, B.B King, Chuck Berry, Howlin´ Wolf, y James Brown. El Blues nunca sonó tan mexa.
En el 63 trató de cambiar de aires en una Ciudad de México gobernada por la trifecta de la muerte: López Mateos, Díaz Ordaz y Echeverría Alvarez. Tras la salída de Johnny Laboriel de los Rebeldes del Rock, los hermanos Tena buscaban a un buen sustituto, el cual vieron en el prominente afro del Brujo. Sin embargo, su estilo tan yeye no compaginaba con el oscurantismo de Bátiz.
Sus actuaciones en La Fusa, lo acercaron más a la banda, algunos más indeseables que otros como Los Nazis de la Colonia Portales. Bátiz en el 68 era para el blues, lo que Tino Contreras es para el jazz, el secreto mejor guardado del país, una figura de culto de la música, que se movía por el underground más visible.
El sibarito Terraza Casino, se convirtió en la casa de Bátiz; intelectuales, artistas e incluso políticos de la época se deleitaban con su estilo tan charolastra, que era más placer que culposo. Se volvió tan popular que en el 69 las autoridades del Departamento del Distrifo Federal le dieron un espacio en la Alameda Central, donde tocó frente a 18,000 personas. Era oficial, México no era azul, era negro.
En el 71 llegó el vulgar y grotesco, Avandaro. Encueramiento, mariguaniza, degenere sexual, mugre, pelos, sangre, ¡muerte! Woodstock para mayores de edad. Lastimosamente el guitarro del afro se lo perdió porque su chamba en el Terraza Casino no le permitía llegar a tiempo por carretera.
Jim Morrison lo topaba. En el 69 los Doors hicieron cuatro presentaciones en la cedemex, y al final de cada presentación, al rey lagarto se le calentaba el buche. Salía por la nocturna buscando algún barecito donde pizcar unos cacahuatitos con chile y harto ajo. El Terraza Casino era su preferido porque ahí veía tocar a su amigo Bátiz, al que conoció dos años atrás, en el Whiskey a Go Go, en Hollywood.
“Morrison llegaba después de su show, a la 1 o 1:30 de la mañana, se iba caminando dos o tres cuadras, por todo Insurgentes –los dos lugares estaban en la misma avenida–, para verme tocar”, dice Bátiz. “El se ponía muy borrachito y yo tocaba (…) En ese tiempo todos éramos iguales, las super estrellas eran otras, y los músicos éramos músicos y nada más”.
Y tú perdiendo el piso porque eres amigo del amigo, del lider sindical de tu trabajo.
Así era Bátiz, alivianado, alguien que subestimaba su propia leyenda. El sábado 14 de Diciembre, Bátiz fallece debido al cáncer. Su esposa Claudia Madrid lo dio a conocer en redes. Bátiz muere al final de un año raro y caótico, pero con sus tintes dulces, tan parecido a su música. Sin duda no veremos a alguien igual en mucho tiempo, o quizás nunca. Al menos el brujo seguirá inmortal en sus más de 30 discos, en sus amigos, y en sus himnos.