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La leyenda del Santo Niño Cieguito de Puebla 

10 agosto, 2022 12:41 am
Redacción

Puebla, Pue.- En la ciudad de Puebla, se venera una curiosa imagen del Niño Dios con la peculiaridad que a muchos sorprende de estar llorando lágrimas de sangre. Esta imagen del siglo XVIII está envuelta en una leyenda que, como suele suceder en estos casos, tiene varias versiones: la más difundida nos habla de un ladrón.

Según estas leyendas, esto sucedió el 10 de agosto de 1744 en el convento de la Merced de la ciudad de Valladolid (hoy Morelia) en el estado de Michoacán. Debido a que el patrón del templo anexo era San Lorenzo, después de las festividades en honor al Santo se desató una tormenta. El hombre “falto de fe” se guareció dentro del templo y al estar dentro comenzó a atacar a las imágenes, en especial la de Nuestra Señora de la Merced a la que arrebató el Niño Jesús de los brazos. Huyó con él a las afueras de la ciudad, donde furioso, comenzó a desmembrar la imagen, quitándole piernas y brazos, por lo que la imagen del Niño comenzó a derramar lágrimas de sangre.

Esto aumentó la ira del hombre quien, con el punzón que sostenía la imagen a la Virgen, le arrancó los ojos dejándole las cuencas vacías. Esto no detuvo el llanto, por lo que le dio 33 puñaladas y decidió abandonarlo entre piedras en el cerro de Punjuato.

La segunda leyenda, como ya menciono, nos habla nuevamente de la festividad de San Lorenzo y un hombre que se esconde en la iglesia esperando que terminen las celebraciones litúrgicas. Al concluir estas y quedar el templo oscuro comenzó a arrancar las joyas de las imágenes y al ver los hermosos adornos que tenía la imagen de la Virgen de la Merced decidió robarlas, pero al intentarlo sintió la mirada del Niño sobre si y oyó que este daba alaridos. El ladrón quiso callarlo tapándole la boca con las manos, pero a la imagen le salieron dientes y mordió al delincuente.

Enfurecido el hombre sacó un puñal y le arrancó a la imagen del Niño las esmeraldas que tenía por ojos. El niño dejó de morderlo, pero comenzó a derramar lágrimas de sangre de las cuencas vacías. Asustado el hombre ante aquel portento, decidió llevarse consigo la imagen y dejarla enterrada en un agujero para tratar de ocultar su sacrilegio.

Según se nos narra, un indígena encontró la imagen y la llevó de regreso al templo, donde fue recibido con gran tristeza y arrepentimiento por la manera en que había sido profanado. El padre fray José Miguel Durán de la Huerta O.M., superior del convento, decidió enviar a la imagen al convento de capuchinas de Puebla, explicándole a la abadesa, Sor María Manuela Josefa lo que había sucedido con ella y pidiéndole fuera resguardado en su convento para que se le hicieran homenajes de expiación y desagravio.

La imagen fue recibida en Puebla con una misa solemne y las capuchinas se encargaron de su custodia hasta el día de hoy. Durante todo el año permanece resguardado en el convento de donde solo le sacan en su festividad que es el día 10 de agosto.





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