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Miss Portugal exhibe otro flanco débil de Miss Universo 2025

26 noviembre, 2025 12:14 pm

Miss Universo 2025 vive días turbulentos. Lo que debería ser la vitrina global del empoderamiento femenino se ha convertido en una pasarela de inconformidades que amenaza con descoser la narrativa oficial del certamen. Esta vez fue Camila Vitorino, Miss Portugal, quien rompió el silencio con un comunicado que detonó un nuevo capítulo del descontento: la organización habría descartado desde un inicio que mujeres casadas, con pareja o con hijos aspiraran realmente a la corona.

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Vitorino aseguró en su mensaje, difundido en Instagram, que durante los días de concentración se transmitió una idea fija: la reina debía estar casada, sí, pero con el proyecto; dedicada, sí, pero exclusivamente al certamen. Nada de novios, esposos o hijos. Una vida personal, digamos, en pausa. Según relata, se les explicó que la soberana reinante no tenía pareja porque “no había tiempo” y que su compromiso debía ser total con la fundación. Para la portuguesa, escuchar aquello fue el equivalente a ver caer el telón antes de que empezara la función: entendió que su posibilidad real de ganar había terminado.

El testimonio no se queda en lo anecdótico. Vitorino describe el desconcierto de varias concursantes en situaciones similares—casadas, en relaciones, incluso madres—que procesaron el mensaje con una mezcla de tristeza y resignación. Ella, dice, eligió quedarse por fe, convencida de que el matrimonio y la maternidad lejos de restar, aportan valores esenciales de disciplina, empatía y compromiso.

En otro mensaje, la portuguesa amplió el foco y felicitó a varias compañeras que han denunciado irregularidades. Habló de un sentimiento de frustración generalizado y de injusticias “semejantes” que las afectaron este año. Reconoció en candidatas como Olivia Yacé (Costa de Marfil), Ophély Mézino (Guadalupe), Bereniece Dickenson (Turcas y Caicos), Brigitta Schaback (Estonia) y Leonora Lysglimt (Noruega) ejemplos de verdadero liderazgo femenino: mujeres que levantaron la voz sin buscar lástima, sino respeto.

El problema, sin embargo, ya superó lo emocional. Se trata de criterios de evaluación que parecen contradecir el discurso oficial de inclusión. Ahí está el caso de Olivia Yacé, quien denunció que la organización promueve la diversidad solo en papel: la foto multicultural sirve, la posibilidad de coronarse no tanto. Su país, Costa de Marfil, fue incluso citado por Raúl Rocha, director de Miss Universo, como un territorio con “visas débiles”. Según él, se requiere permiso para entrar a 175 países, lo cual dificultaría que la ganadora cumpliera la agenda global del título. Un argumento práctico, desde luego, pero también profundamente problemático: ¿la logística por encima del mérito?

Rocha también defendió la elección de Fátima Bosch —quien sumó tres millones de seguidores en una semana— recordando que el certamen ya no se define por belleza o simpatía, sino por disciplina, presencia mediática y adaptabilidad. Suena razonable… hasta que varias concursantes señalan que ciertos perfiles jamás tuvieron la oportunidad real de competir.

Miss Universo, ese concurso que presume celebrar la diversidad, enfrenta ahora el mayor cuestionamiento: ¿está premiando a la mejor candidata… o a la más conveniente?





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