Muere Michael Madsen, actor recurrente en el cine de Tarantino
El 3 de julio de 2025 se fue uno de los tipos más duros que ha pisado un set de filmación: Michael Madsen, el hombre que convirtió el silencio en amenaza y la mirada en cuchillo. A los 67 años, su corazón –ese músculo que tan bien fingía no tener en pantalla– dijo basta. Lo encontraron sin vida en su casa de Malibú. Paro cardíaco. Fin de una leyenda.
Madsen no era solo Budd en Kill Bill o el sádico Mr. Blonde en Reservoir Dogs; era el último vestigio de una masculinidad sucia, rota, intensa. No actuaba, simplemente era. Quentin Tarantino lo entendió desde el primer momento y lo convirtió en su fetiche. Nadie bailó “Stuck in the Middle with You” con una navaja como él. Nadie hizo del silencio algo tan incómodo.
346 créditos en IMDb. Free Willy, Donnie Brasco, Sin City, Thelma & Louise… y aún le quedaba pólvora: estaba rodando cine indie, escribiendo poesía, publicando un libro. Lo llamaban matón, pero era un artista con cicatrices. El tipo que pasó de mecánico y celador a ícono del cine de culto.
En tiempos de actores plastificados y frases prefabricadas, Madsen fue un disparo en la oscuridad. Crudo. Auténtico. Dolorosamente humano. Y eso, en Hollywood, es un milagro.
Te fuiste, Madsen, pero te quedaste donde importaba: en cada escena en la que una sonrisa tuya era más letal que una pistola.
Hasta siempre, viejo bastardo.
