Nuevos tratamientos contra el alzhéimer: ¿revolución o ilusión?
AFP
París, Francia.- Dos nuevos medicamentos que prometen ralentizar la enfermedad de Alzheimer generan controversia en el mundo de la medicina. Algunos piensan que son una oportunidad sin precedentes. Otros los ven como una nueva desilusión tras décadas de infructuosas investigaciones.
Estos tratamientos, el Leqembi y el Kisunla, son “un punto de inflexión”, afirma a la AFP el biólogo John Hardy, cuyo trabajo ha guiado gran parte de la investigación contra el alzhéimer desde los años 1990.
Pero para Rob Howard, especialista de la University College de Londres, se están creando “falsas esperanzas no realistas en los enfermos de alzhéimer y sus familias”.
Estas declaraciones resumen las posiciones a menudo enconadas sobre estos dos medicamentos introducidos recientemente para la enfermedad de Alzheimer, la demencia más común con decenas de millones de pacientes en el mundo.
Uno es el Leqembi, basado en la molécula lecanemab y desarrollado por los laboratorios Biogen y Eisai. El otro es el Kisunla, basado en el anticuerpo donanemab y concebido por Eli Lilly.
El recibimiento de estos medicamentos, con un perfil similar, ha sido dispar en función de los países.
Estados Unidos autorizó los dos, pero la Unión Europea rechazó recientemente aprobar el lecanemab, lo que hace presagiar una decisión parecida para el donanemab.
A finales de agosto, Reino Unido optó por una vía intermedia: autorizó el lecanemab, pero rechazó su reembolso por parte de la sanidad pública.
La controversia radica en que, aunque son los medicamentos más eficaces jamás vistos contra el alzhéimer, su eficacia es muy limitada, con una disminución del 30% del declive cognitivo al principio de la enfermedad.
La cifra puede parecer elevada, pero es una diferencia pequeña considerando que se basa solo en el periodo de año y medio durante el que los laboratorios realizaron sus ensayos.
“Los beneficios son tan reducidos que son casi invisibles”, afirma Howard.
– Coste astronómico –
Para los detractores, la mejora es pequeña y el riesgo elevado: los medicamentos pueden causar edemas cerebrales que, puntualmente, son mortales.
Además, el coste es astronómico.
Al precio solicitado por Biogen/Eisai en Estados Unidos, tratar con lecanemab a todos los posibles pacientes en la UE implicaría un gasto inasumible para las arcas públicas de 133.000 millones de euros (casi 150.000 millones de dólares), según publicó en 2023 la revista Lancet.
Los defensores de estos tratamientos, entre ellos numerosos neurólogos, rebaten que pueden ofrecer valiosos meses de autonomía a los pacientes.
También creen que su eficacia podría aumentar si se suministran antes, ahora que la ciencia avanza rápidamente en el diagnóstico precoz de esta enfermedad.
Más allá del debate médico, también acusan a la UE y al Reino Unido de contribuir a la desigualdad en materia sanitaria: “los pacientes más ricos irán a Estados Unidos”, dice Hardy.
El debate se solapa en parte con las discusiones sobre la “cascada amiloide”, una hipótesis del origen de la enfermedad descrita en 1992 por Hardy.
Esta teoría señala que la presencia de placas de proteínas amiloides, una constante en el cerebro de estos pacientes, no es un síntoma como otros, sino el factor que provoca la demencia.
Por ello, la mayoría de medicamentos creados desde hace décadas contra el alzhéimer, incluidos el Leqembi y el Kisunla, atacan estas placas.
Esto explica en parte la virulencia de algunos detractores, que recuerdan otros tratamientos defendidos anteriormente por médicos y asociaciones a pesar de su manifiesta ineficacia.
– Presión de las familias –
“¿Por qué sociedades sabias respaldaron medicamentos que no tienen ningún interés?”, se pregunta Christian Guy-Coichard, presidente de Formindep, un organismo que vigila los conflictos de intereses.
Este farmacéutico considera que hay una cercanía excesiva entre investigadores, asociaciones y laboratorios.
Solicitada por la AFP, la principal asociación de pacientes francesa, France Alzheimer, insiste en que recibe muy poca financiación de Biogen/Eisai o de Eli Lilly y, en cambio, mucha presión de las familias.
“No entienden (la decisión de la UE), nos dicen: ‘¿Pero, reaccionaron?'”, cuenta su director delegado Benoît Durand.
Pero en la misma industria, algunos actores admiten que el pasado no invita a la confianza.
Un médico de Eli Lilly bajo anonimato reprocha a Biogen haber vendido previamente un tratamiento, el Aduhelm, aprobado de forma controvertida en Estados Unidos en 2021 y retirado después.
“Los estudios de Aduhelm no fueron realmente pulcros (…) Eso hizo mucho daño y sembró el caos en la disciplina”, dice esta fuente.
Pero al mismo tiempo, este médico pide mirar más al futuro que al pasado y defiende el interés de estos nuevos tratamientos.
Sin embargo, como muchos especialistas, admite que conviene explorar otros mecanismos que la cascada amiloide.
“Vista la complejidad de la enfermedad de Alzheimer, es poco probable que tratamientos (que sigan la misma pista) puedan obtener efectos más importantes” que Leqembi y Kisunla, dijeron en agosto numerosos expertos en una carta publicada en el Diario de Prevención de la Enfermedad del Alzheimer.