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Recalentar comida: ahorro cotidiano que exige cuidado

26 diciembre, 2025 11:13 am

Redacción

Recalentar la comida es uno de esos hábitos domésticos que parecen inofensivos, casi virtuosos. Ahorramos dinero, evitamos el desperdicio y prolongamos el esfuerzo de una buena comida casera. Sin embargo, detrás de ese gesto cotidiano hay una frontera delgada entre la prudencia y el riesgo sanitario. Cruzarla puede salir caro: una intoxicación alimentaria no es una anécdota menor, sino una experiencia francamente miserable.

El problema no suele ser el recalentado en sí, sino lo que ocurre antes y después. La mayoría de las intoxicaciones se deben a bacterias que contaminan los alimentos. Una de las más comunes —y menos conocidas— es la Campylobacteria, particularmente asociada al pollo. De acuerdo con la Agencia de Estándares Alimentarios del Reino Unido, está presente en más de la mitad del pollo que se vende en supermercados. Lo inquietante es que basta una cantidad mínima —unas 500 bacterias— para enfermarnos.

Por eso, prácticas bien intencionadas como lavar el pollo antes de cocinarlo resultan contraproducentes. Al hacerlo, la bacteria puede esparcirse por la cocina, sobrevivir en superficies durante horas y contaminar otros alimentos. El calor, y solo el calor, es el verdadero aliado: una cocción adecuada elimina el riesgo. Manipular menos, cocinar más.

El dilema aparece después de la cena. Sobran porciones y surge la tentación de guardarlas de inmediato en el refrigerador. Error común. Introducir comida caliente eleva la temperatura interna del refrigerador y lo convierte, por un rato, en una incubadora de bacterias. Lo correcto es dejar que la comida se enfríe —no más de cuatro horas a temperatura ambiente— cubrirla bien y entonces sí refrigerarla.

¿Y cuántas veces se puede recalentar un platillo? La recomendación general es hacerlo solo una vez. No porque sea imposible hacerlo más, sino porque cada ciclo aumenta el riesgo y disminuye la calidad. El sabor se degrada y la seguridad se vuelve más frágil.

Hay alimentos que merecen especial atención: carnes cocidas, guisos, salsas con leche o crema, pescados, mariscos, arroz y pasta. Todos ellos pueden albergar bacterias si no se manejan con cuidado. El microondas, tan práctico como engañoso, calienta de forma desigual. Dejar zonas frías es abrirle la puerta a los microorganismos. La solución es simple: remover, pausar y volver a calentar hasta que todo supere los 60 grados centígrados.

El caso del arroz merece un capítulo aparte. Puede contener Bacillus cereus, una bacteria capaz de producir esporas resistentes al calor. El famoso “síndrome del restaurante chino” nació de malas prácticas, no del arroz en sí. Bien refrigerado y recalentado correctamente, es seguro. Abandonado toda la noche en la estufa, no.

Al final, recalentar comida no es peligroso por definición. Lo peligroso es hacerlo con descuido. En tiempos donde ahorrar importa y desperdiciar duele, la clave está en combinar sentido común, información y un poco de paciencia. La cocina también es un espacio de responsabilidad. Y el estómago, uno muy poco indulgente.





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