Recordando a don Enrique Montero Ponce a cuatro años de su partida
Irma Sánchez
Han pasado 4 años, 1460 días desde que el maestro de maestros, don Enrique Montero Ponce partió al viaje sin retorno para gozar del descanso eterno, tras 75 años de un intenso trabajo periodístico que con pasión hizo día con día y que dejó huella, un legado y 4 generaciones de reporteros dando la batalla en un mundo sin fronteras y altamente competitivo.
Dueño de un espíritu innovador en la década de los sesentas, dominando todos los géneros y los espacios de las planas del periodismo escrito, tuvo la visión de entrar al cuadrante radiofónico con su estilo apasionado para hacer una periodismo platicado que de inmediato encendió por la pasión con la que cada mañana daba cuenta y comentaba los temas políticos y deportivos.
Así Montero Ponce de inmediato comenzó a hacer escuela y generó competencia.
Cuatro generaciones de poblanos lo recuerdan, lo extrañan por la enjundia de sus comentarios con la que narró cada capítulo que se escribió de la historia de su amada Puebla por la que cumplió con múltiples papeles como divulgador, mediador, líder para hacer opinión, para construir, unir, enaltecer.
Su pasión por el futbol y el béisbol dio aliento a Puebla y los poblanos que sumaron su fuerza para disfrutar de equipos de primera.
Para atacar grandes problemas como el reordenamiento comercial sin vendedores ambulantes, los gobernantes lo involucraron para sumar voluntades.
Para peatonizar las primeras calles del centro centro histórico su intervención fue decisiva mostrando a comerciantes y peatones la necesidad de ampliar los andadores.
Para pacificar a la universidad y la vida política de Puebla tuvo la capacidad de reunir a las fuerzas antagónicas para reconciliarlas y ponerlas de acuerdo a través del ingeniero Luis Rivera Terrazas y el arzobispo Ernesto Corripio Ahumada.
Supo abrir y compartir sus micrófonos a los actores políticos que llegaron a la escena a rebasar los tiempos de un solo partido para enriquecer la vida política del país.
Recordarlo hoy en unas cuantas líneas, resulta imposible porque su legado es la suma de un intenso trabajo de 75 años.
Recordarlo en el gozo de sus libros, sus telenovelas, sus viajes, su Liza Minelli, su equipo de la franja, sus Pericos, sus Yankees, sus cemitas con chalupas, permiten tenerlo presente disfrutándolo con su himno personal “My Way” interpretado por otro inolvidable: Frank Sinatra, repitiendo incansablemente su recomendación “no desperdicies un solo momento la maravillosa aventura de vivir”.