
Spotify sube precios y su CEO invierte en tecnología bélica
¿A qué juega la plataforma líder del streaming?

Spotify, el titán sueco del streaming musical, anunció un nuevo aumento en sus tarifas Premium a nivel global, afectando a millones de usuarios desde Europa hasta América Latina. Los ajustes comenzarán a aplicarse a partir de septiembre, y los suscriptores serán notificados vía correo electrónico con los nuevos montos y fechas exactas de entrada en vigor.
En México, por ejemplo, el plan individual pasará de 129 a 139 pesos mensuales, y el familiar dará un salto de 199 a 239 pesos. Todo esto, bajo el argumento de mejorar la experiencia del usuario, invertir en inteligencia artificial y expandir contenidos como los audiolibros.
Hasta ahí, podríamos entender que se trata de una medida corporativa más, de esas que buscan sostener la rentabilidad de una empresa en expansión. Spotify, con 678 millones de usuarios activos y 268 millones de suscriptores de pago, domina el sector. Pero también es un modelo de negocio bajo presión. Depende casi en su totalidad de las suscripciones: no vende dispositivos, no tiene un imperio de hardware, y las regalías a artistas siguen siendo motivo de constante disputa. Cada peso cuenta.
Una inversión inmoral
Lo que enciende las alarmas —éticas, políticas y culturales— es el siguiente dato: Daniel Ek, CEO y fundador de Spotify, no solo lidera esta nueva estrategia de precios. También está invirtiendo cientos de millones de euros en una empresa de tecnología militar. Sí, el mismo Ek que revolucionó la manera en que escuchamos música ahora financia el desarrollo de drones de combate autónomos.
A través de su firma de inversión Prima Materia, Ek inyectó 600 millones de euros en Helsing, una startup alemana que produce tecnología militar basada en inteligencia artificial. Helsing no es una firma cualquiera. Produce drones como el HX-2, capaces de operar en enjambres, sin GPS y resistentes a interferencias. Ya están en funcionamiento en Ucrania. El objetivo declarado:
“IA al servicio de las democracias”.
La realidad: una planta alemana ensamblando más de mil drones al mes.
Ek no solo puso dinero. Se convirtió en presidente del consejo de administración de Helsing. Para financiar esta apuesta, vendió más de 700 millones de dólares en acciones de Spotify entre 2023 y 2024. Aun así, conserva el control de la empresa mediante una estructura accionaria ventajosa: con solo el 14.3% del capital, mantiene el 29.1% de los derechos de voto.
Aquí la pregunta central no es económica, sino moral: ¿puede un líder del entretenimiento digital financiar activamente la industria armamentista sin consecuencias reputacionales? Ya en 2021, cuando Ek hizo su primera inversión en Helsing, algunos artistas retiraron su música de Spotify. ¿Habrá más protestas ahora que su implicación es mayor y visible?
Mientras los usuarios reciben correos informándoles que sus tarifas subirán para “mejorar la experiencia musical”, el dinero va a parar a la producción de tecnología bélica. El discurso corporativo y la realidad estratégica de su CEO caminan por rutas distintas. ¿Es esto lo que queremos sostener con nuestras suscripciones?
Si alguien pensaba que el streaming era simplemente cuestión de playlists, canciones y podcasts, este caso demuestra que también puede ser un asunto de drones, campos de batalla y decisiones geopolíticas. Spotify no solo te pone música. También, aunque no lo escuches, invierte en la guerra.