“Las mujeres presas son invisibles entre los invisibles”: organización EQUIS
Redacción.- “Las mujeres presas o familiares de presos son invisibles entre los invisibles”, manifestó la directora ejecutiva de la organización EQUIS Justicia para las Mujeres, Ana Pecova, durante el conversatorio “Las cárceles: una bomba de tiempo en la contingencia”, al referirse a la complicada situación de estas personas en los centros penitenciarios de México.
Y es que no se puede definir de otra forma este escenario en el que constantemente se violan derechos humanos y se acrecientan aún más la violencia y las desigualdades contra las mujeres. El cual, además, ha recrudecido durante la pandemia por covid-19.
Con la pandemia, apuntó Pecova, quedaron más expuestas la falta de insumos de higiene, la alimentación inadecuada, la sobrepoblación y el autogobierno en las cárceles.
En ese sentido, el informe La situación del derecho a la reinserción social de las mujeres bajo la lupa de la Ley Nacional de Ejecución Penal, de la organización Asilegal, señala que el ingreso de las mujeres a los centros de reclusión no deriva en una oportunidad para la reinserción social, sino en una experiencia traumática, pues la mayor parte de los centros a los que ingresan “carecen de espacios dignos y específicos para ellas”.
Estos lugares, por ejemplo, no cuentan con espacios que ofrezcan servicios, estancias, ludotecas o comedores para generar un ambiente de desenvolvimiento y que promuevan la reinserción social.
“Hay muy pocos centros penitenciarios femeninos, especialmente en los estados. Las mujeres tienen dos opciones: elegir entre una cárcel mixta que no está adecuada a sus necesidades particulares o una cárcel de mujeres, que, la mayoría de las veces está totalmente alejada de sus comunidades”, explicó Ana Pecova.
Las mujeres que ingresan a un centro penitenciario mixto, dice la especialista, están más expuestas a la violación de sus derechos humanos.
La cruda situación de los centros penitenciarios no solo afecta a las mujeres privadas de su libertad, también a sus hijos que viven con ellas y a los familiares que las visitan.
En el primer caso, los niños se ven afectados porque los centros penitenciarios no cuentan con espacios de maternidad ni con programas o espacios para la educación temprana.
Respecto a los familiares, Pecova mencionó que el 90 por ciento de los familiares que visitan y se encargan de las personas privadas de su libertad son mujeres; estas, en muchos casos, tienen que recorrer grandes distancias para encontrarse con su familiar e incluso solventar algunos gastos que no cubre el Estado. Derivado de esto, las mujeres ven afectada su economía y su salud mental y física.