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Bad Bunny el Rey Midas del Pop Urbano

16 julio, 2025 2:35 pm

Bad Bunny—sí, Benito, el tipo que ha dominado todas las plataformas de streaming—arrancó este viernes una residencia de 30 conciertos en el Coliseo de Puerto Rico, y lo hizo con la ambición de un emperador romano y el corazón de un jíbaro de campo.

¿Y qué está en juego? No solo un espectáculo. No solo el ego de un artista en la cima del planeta. Estamos hablando de una operación cultural y económica que le podría inyectar más de 200 millones de dólares a la economía local, según estimaciones (conservadoras) de Discover Puerto Rico. Esto no es una gira. Esto es un fenómeno. Una declaración. Y sí, es también un negociazo.

La residencia, titulada “No me quiero ir de aquí”, es el arranque simbólico del tour mundial de su disco “Debí Tirar Más Fotos”, ese collage de géneros caribeños que va de la bachata al merengue con nostalgia y guayabera. Benito no podía largarse de su isla sin cantarle primero a los suyos. Es una carta de amor a Puerto Rico y, al mismo tiempo, un grito de guerra: “Aquí estamos. Aquí seguimos”.

 

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30 noches. 14 mil personas por noche. Miles de turistas. ¿El resultado?

El colapso (positivo) del sistema hotelero. 37,000 noches reservadas en solo 34 hospederías, ocupación hotelera en agosto hasta 75% más que el año pasado. ¿Y San Juan? Olvídate, lleno hasta el tope. Los conciertos han disparado los alquileres a corto plazo hasta en un 200% para septiembre. Si esto fuera un reality show, lo titularían “Cuando el reguetón salvó la economía”.

Y aquí no estamos hablando solo de turistas estadounidenses buscando una playa con ritmo. Más de 200,000 personas se estima que viajarán a la isla solo por los shows. La mitad serían extranjeros, cada uno dejando en promedio unos 156 dólares diarios, según la economista Indira Luciano. ¿El total? Una inyección directa de unos 160 millones solo en gasto de visitantes. Todo por ver a Benito sudar en tarima.

 

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Pero este show no solo se trata de los grandes números. Se trata de raíz, de resistencia, de identidad. En un país que ha sufrido los golpes de la gentrificación, de apagones, de una economía contra las cuerdas, Bad Bunny decidió hacer un gesto contundente: dejar la plata aquí, en su tierra. Mil empleos directos generados solo para montar la residencia. Y eso sin contar los vendedores de bacalaitos, empanadillas y todo lo demás que da sabor a la isla.

Eso sí, no todo es miel sobre hojuelas. Como dijo la profesora Luciano, “San Juan será quien se lleve la mayor parte de la tajada”. El reto es descentralizar, que la bonanza alcance a los pueblos. Aunque eso ya lo pensó el Conejo. Nueve funciones fueron exclusivas para residentes locales, con boletos vendidos presencialmente en municipios fuera de la capital. En Corozal, por ejemplo, la gente durmió en la calle. ¿Y todo por qué? Por ver a alguien que los representa de verdad.

Así que sí, Bad Bunny está en casa. Y no vino a descansar. Vino a hacer historia. Y como diría cualquier boricua al verlo sobre el escenario: “¡Ese sí que es de los nuestros!”





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