
La lección japonesa de Osamu Matsuda: cómo un banquero se convirtió en Osamu Suzuki y transformó la sucesión empresarial
Alejandro Kasuga
La historia de la sucesión en las empresas familiares suele ser una mezcla de tradición, expectativas, conflictos y decisiones difíciles. En México, las estadísticas hablan por sí solas: cerca del 70% de las empresas familiares no logra sobrevivir al paso de la segunda generación, y menos del 10% llega a la tercera. Las razones son variadas, pero una de las más frecuentes tiene que ver con la falta de preparación de los sucesores, el favoritismo familiar o la resistencia del fundador a delegar el mando. Sin embargo, en Japón existe un caso emblemático que ofrece una lección extraordinaria para quienes desean que sus empresas trasciendan más allá del apellido. Me refiero a la historia de Osamu Matsuda, un joven banquero que terminó convirtiéndose en Osamu Suzuki, uno de los líderes más influyentes de la industria automotriz a nivel mundial.
A finales de los años cincuenta, Osamu Matsuda trabajaba como oficial de préstamos en un banco japonés. Su vida profesional parecía encaminada hacia una carrera financiera estable, lejos de cualquier industria manufacturera. No era ingeniero, no tenía formación técnica y mucho menos experiencia en automotriz. En otras palabras, no tenía nada que ver con Suzuki.
Sin embargo, durante ese tiempo conoció a Shoko Suzuki, nieta de Michio Suzuki, el fundador de la empresa familiar. La relación avanzó, se enamoraron y decidieron casarse. Hasta ahí, todo podría parecer un simple enlace familiar. Pero en Japón, la sucesión tiene reglas y tradiciones muy particulares, especialmente cuando está en juego la continuidad de una empresa.
En la familia Suzuki no existía un heredero varón preparado para asumir la dirección futura. La compañía necesitaba a alguien con disciplina, mentalidad estratégica y potencial de liderazgo. Al observar a Matsuda, un joven serio, analítico y con una sólida ética laboral, la familia entendió que él podría ser esa pieza clave que asegurara la continuidad del negocio. Fue entonces cuando se aplicó una tradición japonesa ancestral: el mukoyōshi, la adopción del yerno como miembro formal de la familia para garantizar la supervivencia del apellido y del negocio. Tras el matrimonio, Osamu Matsuda adoptó el apellido Suzuki y se convirtió en Osamu Suzuki, integrándose a la línea sucesoria.
Convertirse en “Suzuki” no le dio privilegios automáticos. Osamu tuvo que aprender desde cero el funcionamiento de la empresa, los procesos de manufactura, la operación de la planta y las decisiones estratégicas. Su formación financiera, lejos de ser un obstáculo, se convirtió en una de sus mayores fortalezas: le permitió llevar a la empresa a una etapa de modernización basada en eficiencia, planeación y disciplina administrativa.
Con los años, Osamu Suzuki no solo asumió la dirección; construyó un liderazgo que duró más de cuatro décadas. Bajo su mando, Suzuki Motor Corporation apostó por los autos compactos, eficientes y accesibles, ingresó al mercado indio, donde hoy es la marca número uno, expandió su presencia global, desarrolló modelos icónicos y mantuvo una estructura financiera sólida y estable.
Lo extraordinario de esta historia es que nada hubiera sido posible sin una decisión estratégica: elegir al sucesor no por apellido, sino por capacidad.
Hoy, las empresas mexicanas enfrentan un entorno altamente competitivo. La globalización, la tecnología y los cambios de mercado obligan a tener líderes preparados, capaces de innovar y, sobre todo, con visión estratégica.
La historia de Osamu Matsuda que se convirtió en Osamu Suzuki demuestra que la grandeza de una empresa no está en su árbol genealógico, sino en su liderazgo. Este caso japonés debería servirnos como espejo: si Suzuki llegó a ser un gigante mundial, fue porque tuvo el valor de tomar una decisión correcta en el momento indicado. En México, muchas empresas podrían alcanzar ese nivel de trascendencia si adoptaran una visión similar.
La sucesión empresarial no es un trámite; es una de las decisiones más trascendentales en la vida de una organización. Los japoneses lo entienden con claridad: la familia no se preserva por sangre, sino por valores y continuidad. La historia de Osamu Matsuda—convertido en Osamu Suzuki—es una prueba contundente de que cuando la sucesión se basa en la capacidad y no en la genética, la empresa puede alcanzar alturas que ninguna tradición por sí sola podría garantizar.





