Opinión

Datos históricos para no olvidar: La Mona Lisa

22 agosto, 2023 11:32 am
Gabriela Hernández Huerta

En el arte occidental se puede decir que no hay ninguna obra más famosa que La Gioconda o La Mona Lisa, nombres con que es titulado el retrato de Mona Lisa Gherardini (Mona es una abreviatura del italiano Madonna, señora), hija de un fabricante de lanas florentino llamado Antonio Gherardini. A la muerte de su padre, Lisa Gherardini habría sido prometida al hijo menor de Lorenzo el Magnífico; sin embargo, al huir el clan de los Médicis ante la invasión francesa la joven se habría quedado sola y embarazada. En tan adversas condiciones, Lisa Gherardini habría aceptado desposarse con Francesco del Giacondo, que era un hombre de mucha más edad que ella y a quien debería el sobrenombre de La Gioconda. Sin embargo, existen otras teorías respecto a quién es la mujer representada; muchos creen incluso que el retrato no se basa en un único modelo, sino en la suma de varios.

La Mona Lisa o Gioconda ha sido considerada como el cuadro más famoso del mundo. Su fama se debe probablemente a las múltiples referencias literarias, a las diversas hipótesis sobre la identidad de la protagonista, y al espectacular robo del que fue objeto el 21 de agosto de 1911.

Pintado por Leonardo Da Vinci en el siglo XVI, trabajó en el retrato durante cuatro años, probablemente desde 1503, nunca lo consideró terminado y se negó a entregarlo al cliente. El propio pintor manifestó en su época una gran predilección por el retrato de La Gioconda. Se sabe que lo llevaba consigo en sus viajes, y que a menudo pasaba largas horas observándolo en busca de inspiración. No se conserva ningún boceto previo del retrato de La Gioconda, hecho ciertamente insólito si se toma en cuenta que Leonardo, como muchos otros pintores, solía realizar exhaustivos estudios previos a sus diferentes obras.

Esta obra entró a las colecciones de la corte de Francia para finalmente formar parte de las obras de arte exhibidas en el Museo de Louvre.

Se dice que Leonardo Da Vinci habría llevado el retrato de La Gioconda consigo cuando fue invitado a Francia por el rey Francisco I. La historia cuenta que el artista y científico italiano tenía el retrato femenino durante su estancia en el Castillo de Clos Lucé (conocido también como mansión de Cloux), cerca de Amboise (Castillo del Loira). Desde entonces la Gioconda formó parte de las colecciones reales y fue exhibida en el Palacio de Versalles durante el reinado de Luis XIV. Llegó al Museo de Louvre en 1797.

La técnica de composición de la Gioconda hace que esta sea una de las obras más estudiadas de la historia del arte. Es apreciada por su encuadre muy moderno, como un retrato que se podría realizar en nuestros días. Más sutilmente, se crean efectos ópticos por la ubicación de los ojos de la joven y su sonrisa discreta. Incluso, hay quienes dicen que se siente la impresión de ser observado constantemente por la Gioconda en cualquiera que sea la posición en que uno la mire. Lo anterior demuestra los conocimientos científicos y anatómicos de Leonardo Da Vinci. En cuanto a la célebre sonrisa de la Mona Lisa, hay testimonios de que un grupo de músicos tocaba durante las horas de trabajo del pintor para que ella mantuviese esa actitud alegre.

El fondo también es un caso de estudio. La técnica del sfumato se utiliza para crear una perspectiva que se funde con suavidad.

Sin duda algunos misterios hicieron que la Mona Lisa llegara a ser tan famosa. Sin embargo, ¿es verdaderamente Lisa la retratada? Se dice que el patrocinador del cuadro de Leonardo Da Vinci era un noble instalado en Florencia. Francesco del Giocondo quien enviudó dos veces, y en 1495 se casó con una joven llamada Lisa Gherardini, tal y como lo mencioné en líneas anteriores. De esta historia surge el nombre con el que se conoce a este pequeño cuadro de 77×53 cm. Según otra teoría, la joven representada era una favorita de Juliano de Médici, dirigente de la República florentina. Hasta hoy, el misterio sigue sin resolverse.

La Gioconda se hizo popular para el público por la amplia difusión de su robo en 1911. La prensa cubrió el hecho: se preguntaba quién podría haber robado la Gioconda, por qué, y, sobre todo, el cómo. El cuadro se recuperó; el culpable fue un italiano muy chauvinista llamado Vincenzo Peruggia. Su acto se basó en su deseo de restituir la obra a su país natal.

En 2003, los más de 80 millones de ejemplares vendidos de la novela de Dan Brown le dieron a La Gioconda una nueva dimensión.

Desde 2005, La Gioconda cuelga del muro erigido especialmente para ella en la sala la La Gioconda (Salle des États), dedicada a la pintura italiana. Es indudable que la fama que poseía el retrato ya en el siglo XVI no es casual. La calidad de la obra radicaba en su verismo, en su proximidad a la realidad y en su carácter mimético.

La Gioconda nunca deja de sorprendernos. Sus misterios atraen al público al punto de convertirla prácticamente en el icono del Museo de Louvre.





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