¿El juego de la democracia o jugando con la democracia? —Revocación de mandato—

18 octubre, 2021 6:42 pm


«Tenemos la sensación de que no

 gobiernan los que tendrían que

gobernar y mandan quienes

 no tienen la legitimidad para ello».

Daniel Innenarity

 

El pasado 14 de septiembre de 2021, se publicó, en el Diario Oficial de la Federación, la ley que regula la revocación de mandato; la cual implica que, para el año de 2022, se lleve a cabo la consulta para la revocación de mandato del presidente de México. Sobre está decisión del legislador, iniciada como propuesta de la administración pública federal actual, hay más preguntas que respuestas, tales como: ¿es una medida democrática o simplemente mediática?, ¿hay temas más importantes que abordar que esa revocación del mandato?, ¿y, si procede la revocación, qué sucede?, ¿y, después de ese despilfarro de recursos, qué sucederá con México?, ¿verdaderamente, esta revocación de mandato beneficia a la población?, ¿la revocación de mandato es un juego de la democracia o se está jugando con la democracia?

Pareciera que más que una propuesta viable, se trata simplemente de un tema más para desviar la atención de la población de los problemas más graves del país. Cualquier ciudadano de a pie bien se hace la pregunta de si con este ejercicio aparentemente democrático de la consulta sobre la revocación del mandato se atacarán los problemas más graves del país, como la inseguridad pública, la dependencia de las remesas, el desempleo, la ausencia de esperanza en la población,  la corrupción, la falta de oportunidades, etc. Parece que esto de las consultas —como, particularmente, la revocación del mandato— es más publicidad presidencial que la posibilidad real, por ejemplo, de revocar el mandato. Además, todo no puede quedar en dicho acto de consulta, ya que, después de ella, la consecuencia no sería muy democrática: no sería la población la que nombre a quien suceda al presidente, en caso de que la consulta prospere y proceda la decisión de la revocación del mandato.

Lo cierto es que no ha habido ninguna transformación con estas medidas; es más, lejos de permitir que la población sea la que participe en las decisiones más importantes, en realidad, las cosas se siguen haciendo igual que como en las administraciones públicas anteriores y pasa, entonces, que estas ocurrencias de temporada son las que prevalecen. Tal como sucede, igualmente, en materia fiscal, donde sigue gobernando la tecnocracia y donde nada, pero nada tiene que ver la democracia; pues las reglas más importantes, las obligaciones más trascendentales, son creadas por la propia administración pública y no por los órganos democráticos.

En el caso particular de la materia fiscal, es palpable que sigue subsistiendo la denominada «tecnocracia», ya que es la propia autoridad fiscal la que establece, por medio de las reglas de carácter general (la denominada «miscelánea fiscal»), las regulaciones, obligaciones, cargas a los particulares sin que éstas se encuentren previstas en ley, sino sólo en dichas reglas. Por ende, el legislador está dejando en manos de las autoridades fiscales las normas que se han convertido el corazón de las obligaciones y del proceder de los particulares; los legisladores han quedado relegados a crear «normas» que establecen expresamente que la regulación corresponde a las reglas que dicte la autoridad fiscal, y no indican la carga, la obligación o el contenido del deber. Por lo cual, no es el legislador (quien ha sido nombrado democráticamente) el que establece las cargas fiscales, sino las autoridades de esta materia. En consecuencia, lejos de que la materia fiscal se rija por un sistema democrático, sucede lo contrario: es una regla unilateral la que establece cargas para los particulares y no son éstos los que pueden participar en la regulación de esas disposiciones, pues no es el legislador nombrado por la ciudadanía el que las impone, sino una autoridad especializada, como es el caso de la autoridad fiscal.

Esto no es otra cosa que un ejemplo claro de que los temas más álgidos corresponden a la autoridad especializada de la materia; por ende, se deja a los ciudadanos los temas emblemáticos, mediáticos, como la revocación del mandato y otros, que, en realidad, no repercuten en el corazón de la nación, sino que quedan como simples temas de ocasión, como también lo fue en alguno momento la consulta para juzgar a los expresidentes. Por ello es que, con la revocación del mandato, habría que preguntarse si es parte del juego de la democracia o, bien, simplemente se está jugando con la democracia. (Web: parmenasradio.org).





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