Entrevista especial: Lama Antonio Karam
Eduardo Pineda
Aquello a lo que llamamos felicidad, es, en la mayoría de los casos satisfacción temporal y relativa que proviene de las experiencias sensoriales; por ende, no es felicidad desde su concepto mismo, ya que la felicidad por definición es un estado duradero de paz interior que se puede alcanzar liberándose de los deseos mundanos y aceptando la realidad; en el budismo a dicho estado mental se le conoce como sukha.
La obtención de riquezas, la posición social, el poder, la posesión de bienes materiales, el placer hedónico, el consumo de alimentos, las compras compulsivas, las relaciones interpersonales, el triunfo en competencias físicas o intelectuales, la fama, la aceptación en determinados colectivos humanos y un muy largo etcétera, son algunos ejemplos de precursores de satisfacción temporal y relativa; comúnmente vivimos y luchamos por obtenerla porque desde la infancia, en el proceso de socialización, las personas que nos educan, ya sean padres, hermanos mayores, profesores, guías religiosos, medios de comunicación y modelos generados para establecer modas como atletas o cantantes, nublan nuestra conciencia construyendo ficticias formas de “felicidad” al mismo tiempo que generan aquello que en el budismo llamamos ignorancia.
Ante el alud de ignorancia que históricamente la sociedad humana acoge y transmite, hace dos mil seiscientos cincuenta años, al norte de la India, un hombre heredero del reino de su padre renunció a las riquezas materiales, a su posición social como príncipe y se retiró de la ciudad a meditar, contemplar y observar; el fruto fue un hallazgo que cambió la forma de ver y entender el concepto “felicidad”, Siddhartha Gautama, hoy conocido como el Buda histórico, halló en sus reflexiones que la felicidad genuina y duradera jamás podrá provenir del exterior, porque, por su naturaleza misma, todos los estímulos externos son temporales (tienden a dejar de ser) y son relativos (son parcialmente satisfactorios para algunas personas y para otras no, incluso son parcialmente satisfactorios para la misma persona en ciertos momentos y bajo ciertas circunstancias y en otras no); entonces, si la temporalidad y relatividad son las características propias de todo estímulo externo, hemos de negar rotundamente que sea posible encontrar ahí la felicidad genuina y duradera. La conclusión es inmediata: si no está en el medio externo, entonces deberá estar en el medio interno, es decir en la paz interior y en la aceptación de la realidad tal cual es.
Dicha aceptación no es cosa fácil, ya que parte de entender que la realidad es una cosa y la percepción de la realidad es otra, ésta depende del individuo y está absolutamente condicionada por sus experiencias, voliciones, deseos, aspiraciones, educación, cultura, lenguaje, historia de vida y forma de ser y pensar. De manera que, no juzgar la realidad, no adjetivarla y no pretender moldearla conforme a nuestras pasiones y deseos, será un paso importantísimo en el camino de la espiritualidad y el despertar de la conciencia.
De hecho, si revisamos la traducción del nominativo “Buda” al castellano, encontramos que la palabra “despierto” es mucho más adecuada que “iluminado”, así, podemos entender que Buda fue un hombre que despertó, es decir, que se hizo consciente de la realidad y comprendió que la satisfacción temporal y relativa es una ilusión, una ficción, un sueño del que podemos despertar.
Este estado de lucidez mental es, como podemos notar, la motivación principal de la práctica de la ciencia de la conciencia, el estilo de vida y la forma de habitar el mundo a la que llamamos budismo. No una religión, no una doctrina revelada, no una colección de instrucciones dictadas por una deidad y transcritas por un profeta, no un camino a la salvación (premio) o a la condena (castigo) eterna, sino una forma racional de entender la naturaleza de la realidad y de la conciencia, un despertar.
El Lama Antonio Karam, presidente y fundador de Casa Tibet México, es un hombre cercano a Su Santidad el XIV Dalai Lama, como discípulo de venerables maestros en la tradición budista, ha dedicado su vida a difundir la sabiduría que mana del budismo tibetano y participa activamente en la promoción de la cultura y espiritualidad del Tibet.
A continuación, presentamos una conversación en la que él nos comparte de forma asequible los conceptos que explican al budismo a la luz de la razón.
Eduardo Pineda
eptribuna@gmail.com