La respuesta de la posmodernidad: ¡No me vacuno!

23 agosto, 2021 5:56 pm

«La ciencia en sí misma no piensa,

y no puede pensar».

Martin Heidegger

(1889-1976)

«[…] hoy tenemos vacunas para protegernos

del covid-19. Vacunarse con vacunas

autorizadas por las autoridades

competentes es un acto de amor.

Le pido a Dios para que cada uno pueda

aportar su pequeño grano de arena».

SS Francisco

 

La posición, en cierto sector de la población mundial, de no vacunarse para combatir el COVID-19, es decir, la pandemia que está devorando a la postmodernidad, es una muestra palpable de lo que es nuestro tiempo.

En parte, la creencia de que la vacuna no es la solución para combatir la pandemia, que no está preparada para ser distribuida a la población, que se ha creado para acabar con la humanidad o para controla a la población, y demás hipótesis que circulan en las redes sociales y demás textos son, verdaderamente, una muestra de nuestro tiempo, es decir, de la falta de esperanza por el conocimiento científico. Así, como resulta que la vacuna no es suficiente para combatir la pandemia, que no es la solución, se buscan salidas alternativas, desde caseras hasta todo tipo de recomendaciones que se han presentado. Paradójicamente, se ha pasado de creer que los hospitales eran, en algún momento, la salvación de muchas enfermedades a, ahora, creer que quien acude al hospital corre más riesgo que quedarse en su casa para tratar de salir adelante de esa enfermedad.

Ahora hay un panorama muy diferente al de época moderna, que se calcula desde el descubrimiento de América hasta el final de la primera guerra mundial, aproximadamente; tiempo en que la respuesta era el conocimiento científico, es decir, las preguntas que se hacía la humanidad se pretendían responder única y exclusivamente con la ciencia. Principalmente, la ciencia física, pues se tenía la esperanza de que la propia humanidad todo lo resolvería por medio de su propia racionalidad científica.

Ahora, la percepción que ha habido sobre la efectividad científica se ha puesto en duda, particularmente, con esta pandemia; hay temor y poca confianza en el conocimiento científico; además de que parece que muchos de los avances científicos no han sido para el avance y pleno desarrollo de los seres humanos y que, por el contrario, los armamentos y muchos descubrimientos e inventos han servido para los grandes genocidios y politicidios; pues sin las armas actuales inventadas por el conocimiento científico no sería posible tantas y tantas muertes que se suscitan en los últimos tiempos de la humanidad. Por algo será que esos conceptos de genocidio y politicidio se crearon hasta el siglo XX, sobre todo, después de todo lo sucedido en las guerras mundiales.

Con todos estos sucesos no es de extrañarse que muchas personas asuman la posición de no vacunarse en estos tiempos, muchos con ciertos argumentos, otros sin ellos, y la gran mayoría apostando por su propia inteligencia o, bien, jugándole al valiente. Efectivamente, la ciencia ha provocado muchos males para la humanidad, como la descomposición del clima; algo que se debe a que la ciencia se hace la pregunta del «cómo», y nunca la pregunta del «por qué». Uno de los pensadores de nuestro tiempo, Martin Heidegger, sostuvo: «La ciencia no piensa», es decir, que no piensa las consecuencias de sus propios descubrimientos e inventos.

Así, esta respuesta de oposición a la vacuna pareciera más una postura contemporánea de los seres humanos donde sobresale el individualismo —«no me vacuno»— sin importar lo que suceda con los que están a alrededor. Cuántas personas prefieren no vacunarse por simple intuición propia y meramente individualista sin considerar que viven en sociedad ni las consecuencias que pueden presentarse por no vacunarse, sin tener en cuenta los efectos para los que están a su alrededor, desde familiares, compañeros, vecinos, amigos, etc. Pareciera que se ha olvidado que hoy vivimos más relacionados con otras personas que hace cien años. Basta con considerar las actuales ciudades concentradas de población, lo que no sucedía hace 50 o 70 años, donde la mayoría de la población era rural. Vivimos juntos en muy poco espacio, con las consecuencias que eso representa. Pues bien, la decisión de no vacunarse es, en principio, la oposición que hay a los avances científicos, pero, principalmente, el individualismo y egoísmo con el que hoy nos hemos acostumbrado a, simplemente, sobrevivir. (Web: parmenasradio.org).





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