
Las finanzas familiares en Japón y por qué funcionan
Alejandro Kasuga

En un mundo globalizado donde las formas de administrar el dinero varían enormemente entre culturas, Japón ofrece un modelo único que sorprende a muchos extranjeros, particularmente a nosotros, los mexicanos. Y es que, en la sociedad japonesa, existe una costumbre muy arraigada: el esposo entrega todo su salario a la esposa para que ella lo administre. Sí, todo, sin descontar ni un solo yen.
A primera vista, para un lector mexicano esta práctica podría parecer extraña, incluso arriesgada. Sin embargo, se trata de un sistema que ha funcionado durante décadas y que se sostiene sobre valores profundamente enraizados en la cultura japonesa: disciplina, previsión y un fuerte sentido de responsabilidad hacia la familia.
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Raíces culturales y contexto histórico
La tradición se popularizó especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, cuando Japón entró en un periodo de reconstrucción acelerada. En ese contexto, la estructura familiar adoptó un modelo muy definido: el hombre trabajaba fuera de casa y la mujer se ocupaba de la crianza de los hijos, las labores domésticas y, crucialmente, la administración de las finanzas.
Para la sociedad japonesa, el rol de la esposa como gestora del dinero no es una imposición patriarcal, sino un acuerdo estratégico. Se asume que ella, al estar más involucrada en las necesidades cotidianas del hogar, tiene una visión más clara de las prioridades familiares y, por lo tanto, es capaz de distribuir los recursos de forma eficiente.
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El “okozukai”: la mesada japonesa para adultos
Este sistema de administración está ligado a un concepto muy japonés: el お小遣い (okozukai), que se traduce como “dinero de bolsillo” o “mesada”. El proceso es simple pero estructurado:
1. El esposo recibe su salario mensual en su cuenta bancaria.
2. Lo transfiere o entrega a la esposa, en su totalidad.
3. Ella distribuye el dinero entre pagos fijos (hipoteca, servicios, educación, alimentación), ahorros e imprevistos.
4. Finalmente, asigna al esposo una cantidad fija para sus gastos personales: transporte, comidas fuera de casa, hobbies o reuniones con amigos.
Este okozukai no es precisamente generoso: encuestas recientes muestran que el promedio está entre 30 000 y 40 000 yenes al mes, es decir, aproximadamente entre 3 500 y 4 600 pesos mexicanos. Esto obliga a muchos asalariados japoneses a planificar con extremo cuidado sus gastos personales. De hecho, no es raro que un empleado de oficina deba elegir entre invitar a un amigo a cenar o ahorrar para comprarse un nuevo gadget.
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Ventajas del modelo japonés
Desde el punto de vista japonés, este sistema ofrece varias ventajas:
– Ahorro asegurado: Al estar en manos de la esposa, la administración prioriza metas a largo plazo como la educación de los hijos o la creación de un fondo de emergencia.
– Control sobre el gasto familiar: Se reduce la posibilidad de compras impulsivas por parte del principal generador de ingresos.
– Asignación clara de recursos: Cada yen tiene un propósito definido antes de gastarse.
Esta disciplina financiera explica, en parte, por qué Japón es uno de los países con mayores tasas de ahorro doméstico en el mundo. En contraste, en México el ahorro formal sigue siendo un reto: de acuerdo con datos del INEGI y la CONDUSEF, un alto porcentaje de familias mexicanas vive “al día” y carece de un fondo de emergencia.
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Retos y transformaciones actuales
Por supuesto, el modelo también enfrenta desafíos. En las últimas décadas, más mujeres japonesas han ingresado al mercado laboral, lo que ha generado que muchas parejas jóvenes opten por manejar cuentas conjuntas o por dividir los gastos de manera más flexible.
Sin embargo, el okozukai sigue vivo, aunque con adaptaciones. En algunos hogares, por ejemplo, se establecen presupuestos semanales en lugar de mensuales, o bien se utilizan aplicaciones móviles para que ambos tengan visibilidad de los gastos y los ahorros.
Incluso hay encuestas que muestran un curioso fenómeno: algunos hombres reconocen que, aunque sienten que “viven con mesada” toda su vida, agradecen que gracias a ese sistema han podido alcanzar metas importantes como comprar una casa, viajar al extranjero o pagar la educación universitaria de sus hijos.
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Lecciones para México
El caso japonés nos invita a reflexionar sobre nuestras propias prácticas financieras. No se trata de adoptar al pie de la letra el modelo del okozukai, sino de rescatar lo mejor de él: la disciplina, la visión de largo plazo y la transparencia en el manejo del dinero familiar.
En México, la administración del ingreso suele ser menos estructurada y, en muchos casos, más reactiva que planificada. Tal vez no sea necesario que uno de los miembros de la pareja entregue todo su sueldo al otro, pero sí convendría establecer presupuestos claros, metas de ahorro específicas y un sistema que evite el gasto impulsivo.
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Reflexión final
El dinero, en cualquier cultura, no es un fin en sí mismo, sino una herramienta para construir seguridad y bienestar. En Japón lo saben bien, y por eso han desarrollado un método que, aunque pueda parecer rígido, ha demostrado ser eficaz.
Al final, más allá de si se llama okozukai o “domingo”, lo que importa es tener un plan, cumplirlo y, sobre todo, recordar que la verdadera riqueza no está en cuánto ganamos, sino en cómo lo administramos.