Lyn May y el miedo al olvido
Lyn May comenzó a trabajar en el cabaret Tropicana de Acapulco siendo muy joven y recién saliendo de una relación tóxica y abusiva, sin embargo, su carisma y dotes histriónicos la pusieron en el ojo de personalidades que la llevaron a posicionarse como una de las más grandes vedettes de México incursionando en el cine con la película Tivoli de 1975, una cinta que versa sobre el deterioro y cierre del legendario teatro de variedades y cabaret del mismo nombre que se extinguió para dar paso a la ampliación del Paseo de la Reforma y con él, muere el rastro de la vida nocturna de la época de oro del ritmo latino y el cine nacional.
Como estrella ascendente en los setenta, Lyn May vivió plenamente el nuevo auge de los centros nocturnos, los cabarets y las películas de “Slapstick” que estrellas como ella ayudaron a dar el mote de “cine de ficheras”, mismo que causaría el desprestigio de la vedette como profesión por la cercanía que muchas de ellas tenían con funcionarios del gobierno de López Portillo, esto no pasó sin dejar huella en la vida de Lyn May, sobre quien comenzó a acumularse la presión de ser eternamente joven y atractiva, esto la llevo a ponerse en manos de cuestionables procedimientos de belleza que deformaron su rostro y le trajeron consecuencias de salud que aún hoy en día están presentes
No sólo su salud se vio demeritada, su reputación e imagen pública resintieron el golpe más duro al volverse un objeto de burla pública y un testigo de la vanidad sin consciencia, a pesar de todo esto, Lyn ha seguido manteniéndose en forma y presentándose en cabarets constantemente hasta la actualidad, para muchos caso admirable por su vitalidad y buen humor, para otros motivo de lástima por no adscribirse al arquetipo de madurez y recato que está socialmente aunado a su edad.
Recientemente causó burlas el anuncio que Lyn May dio en torno a su posible embarazo, asunto que sorprendió debido a su edad, pero sobre todo debido a su personalidad irreverente, contrasta la respuesta del público a la noticia del embarazo de Mon Laferte, cantante chilena de 38 años que fue generalmente favorable, sin ponerla en duda ni estigmatizar sus dotes maternales.
Como sociedad occidental estamos condicionados a juzgar moralmente la calidad de los portavoces del entretenimiento y a segregarlos en la medida en que consideramos que entran en los cánones de moda y belleza, en la proporción en que cambiamos nuestros hábitos de consumo y damos el favor de la atención cada vez más de forma efímera y constante, la presión para mantenerse vigente como celebridad es más agobiante; robar el foco y formar opiniones de cualquier tipo es una forma de supervivencia en un ambiente que es contrapuesto al escenario donde Lyn alcanzó la fama.
No todas las vedettes corrieron con la suerte de casarse con un expresidente, otras padecieron la pobreza y la soledad como Wanda Seux, a quien la popularidad no pudo rescatar en sus últimos días; el esfuerzo, la resiliencia y el inmortal animo de Lyn May han sido herramientas que le han permitido trabajar y superar décadas de vacas flacas pero también disfrazan una situación que padecen muchos mexicanos de la tercera edad, especialmente mujeres, la perdida de trabajo, el desinterés de la sociedad y el olvido de las victorias pasadas.