
Que regresen a los manicomios
Irma Sánchez
Baltazar Gracián, célebre escritor jesuita que murió en 1688 y que supo escudriñar en la psicología y la filosofía del hombre en la política, interpretó algo que a veces se sobreestima y subestima: la fortuna, o comúnmente llamada “la suerte”, y la supo reconocer y admitió que realmente sí existe.
Retomando su perspicacia, en la actualidad hay hombres y mujeres que viven para la política y de la política.
Sin acreditarme como psicóloga, muchos de estos presidentes o primeros ministros, a diario trascienden en los medios de comunicación y simple y sencillamente proyectan sus rasgos de locura en su estilo de gobernar.
Por desgracia, después de verlos y escucharlos casi a diario, uno comprueba —vuelvo a repetirlo— sin considerarme psicóloga, que por sus expresiones muchos de estos dejan huellas patentes de que no tienen la cabeza en orden.
Recientemente en la nación más poderosa del mundo, con el voto de su pueblo Donald Trump logró por segunda ocasión convertirse en el presidente. Una vez investido, inmediatamente empezó a decir y a hacer cosas que demuestran que no llegó con orden y talento para gobernar, sino para agredir, lastimar y ridiculizar a los que se le pongan enfrente.
Para nuestra desgracia, luego luego empezó a explotar para sí y en voz alta, los puntos débiles de México.
Uno de ellos, la violencia que enfrentamos a diario, creada y explotada por grupos que se fortalecen manejando una violencia agresiva y destructiva.
Para los especialistas resulta difícil juzgar y analizar imparcialmente cómo ha crecido esta, porque los partidos de oposición de México —como los de todo el mundo— ven en la oposición a los creadores de todos los males, mientras el gobernante del momento se proclama el mejor, el que todo lo sabe, lo conoce, lo soluciona y resuelve al momento.
En fin, el gobernante actual se proclama “Iluminado” y un genio que todo lo resuelve. La mitomanía, el autoelogio y la expresión de que todo lo conoce y con un manotazo en la mesa, todo lo resuelve.
Pero no, nada en este mundo se puede resolver al instante en forma rápida y mágica.
Así, un “ser iluminado” cuestiona y asegura que conoce el origen del mal y aunque para el mexicano sencillamente se trata de un delincuente que trafica con drogas y personas, además con perfidia se ha dedicado y dedica a la doble causa.
Lo más grave en el señor Trump es que el odio que siente por México y los mexicanos es fruto de una formación racista y clasista.
Hoy queda preguntarnos: ¿hasta cuándo esos locos con poder estarán entre nosotros?