La economía poblana y sus universidades

5 octubre, 2021 5:57 pm

«En pleitos de casados y de hermanos 

no metas las manos».

Refrán popular

Vaya que el maldito COVID-19 —por no poner otro adjetivo más altisonante— ha reventado la economía poblana, considerando que la economía de nuestra región depende de la industria automotriz desde hace 25 años, pues tiempo atrás, previamente a que iniciaran los estragos del tratado de libre comercio en 1994, la economía poblana dependía de la industria textil, cuyas empresas de hilo, tela y demás acabados hoy desafortunadamente ya son historia. Solamente sobrevivieron algunos valientes empresarios de ese ramo convirtiéndose tristemente en maquiladores de grandes compañías transnacionales. En suma, hoy la economía poblana gira alrededor del sector automotriz.

Pero, pese a que el impulso de la región es la industria automotriz, no hay que dejar atrás otro de los sectores que mueven la economía de Puebla y de la región metropolitana, que es, precisamente, la educación superior. Las estadísticas sostienen que, después de la Ciudad de México, Puebla y los municipios aledaños son los que cuentan con el mayor número de universidades en todo el país; lo cual ha provocado que una gran parte de la economía de esta región viva y dependa de ese sector tan importante para el desarrollo de las naciones: la educación superior.

Con tantas universidades de muchos niveles económicos y de educación en esta zona poblana (dicho sea de paso, la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla nos llena de orgullo con su infraestructura actual, que no tiene comparación con lo que fue la universidad de los setenta hasta los noventa del silo XX), el beneficio económico de contar con alumnos que provienen de muchas partes del país, incluso del extranjero, no es sólo para las propias universidades, sino, también, para muchos de los servicios alrededor de ellas, considerando que muchos estudiantes y sus padres prefieren llegar a Puebla a estudiar que a la Ciudad de México.

Así, en esta región se han desarrollado muchos servicios, desde hospedaje, comida, transporte, papelerías hasta comercios —aunque bibliotecas y librerías no, porque ya nadie lee, empezando por los propios profesores hasta llegar con los estudiantes y los políticos—. Una gran parte de la economía de Puebla depende del movimiento que provocan las universidades y, si hubiera aún más seriedad académica en ellas, su impulso económico en la región sería aún mayor, pues pocas instituciones de educación superior organizan foros, convenciones, congresos, etc., muchas de las cuales solamente al pago de la colegiatura y a entregar el papelito de la SEP.

Ahora bien, con la pandemia, ese sector se ha visto sumamente afectado, a lo que se le suma que es uno cuyas personas que lo conforman cuentan con menos derechos y servicios de seguridad social que los trabajadores de la industria automotriz, ya que estos cuentan con prestaciones en tanto que empleados y aquellos que circulan alrededor de las universidades, como el taxista, el servicio de comida rápida, el servicio de hospedaje, etc., evidentemente no cuentan con esos derechos. Por ello, con el COVID-19, están y seguirán viviendo a su suerte.

Afortunadamente, las autoridades sanitarias y políticas ya han abierto la posibilidad para que las universidades, paulatinamente, reactiven las clases presenciales; lo cual permitirá que una gran parte de la economía de la región vaya reincorporándose. Sin embargo, en tanto esto sucede, sólo podemos apreciar todos los locales comerciales, dormitorios, las casas de huéspedes, los departamentos vacíos, así como a una gran cantidad de la población poblana sin empleo ni ingresos.

A esta consideración también se suman las personas que hacen el servicio de limpieza en las universidades, los conductores, los afanadores, cocineros, taxistas, vigilantes y, desde luego, profesores; todo los cuales están desempleados y sin el cobijo de los derechos sociales que tanto se pregonan en los medios de comunicación y que se ven como verdaderos “poemas” redactados en la Constitución. Por ello, cae bien el calificativo que se les ha dado a estas disposiciones constitucionales de «cláusulas dormidas».

En frente de esta realidad, que no es sino el efecto de la pandemia (por ello es que es aún más que maldita), existen medidas al alcance de las instituciones del Estado que se podrían tomar, como con la universidad privada más prestigiosa de esta región, ubicada en Cholula, hoy cerrada por un problema familiar que está ocasionando, no sólo venganzas y desquites familiares, sino daños en la economía regional y, sobre todo, en el prestigio académico de Puebla. Aunque bien dice el refrán: «En pleitos de casados y de hermanos no metas las manos», este en concreto no está afectando solo a esa familia, sino a la economía de la región.

En efecto, la cordura no cabrá en la familia, pero bien que se puede poner orden desde las instancias judiciales. Hoy los jueces han dejado de ser los aplicadores de la ley «a raja tabla». Precisamente, ha costado tiempo y sangre llegar a lo que hoy pueden hacer los jueces en sus resoluciones, en sus decisiones judiciales, en sus sentencias. Por ello es que resulta urgente que un juez probo conozca del asunto y que, con su capacidad, pueda imponer medidas que permitan llegar a la normalidad en esa institución; pues, aunque ese refrán mencionado es muy sabio, este problema familiar podrá acabar, tarde o temprano, con esa institución e, incluso, con el prestigio que representa para Puebla, que, muchas veces, los propios poblanos no lo hemos aquilatado.

Aquí no está en juego el patrimonio de una familia en pugna, sino derechos económicos, de educación, de cultura, de empleo, en resumen; sociales de terceros, que hoy —a decir de la propia Suprema Corte— ya pueden ser materia de las instancias jurisdiccionales; así pues, es momento de materializar esto. (Web: parmenasradio.org).





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