Datos históricos para no olvidar: Manuel Acuña
Gabriela Hernández Huerta
“Comprendo que tus besos jamás han de ser míos, comprendo que en
tus ojos no me he de ver jamás; y te amo, y en mis locos y ardientes
desvaríos bendigo tus desdenes, adoro tus desvíos, y en vez de amarte
menos te quiero mucho más”.
Nocturno
Manuel Acuña
Este 27 de agosto se conmemora el 173 aniversario del natalicio del gran poeta mexicano Manuel Acuña Narro quien se desarrolló en el estilizado ambiente romántico del intelectualismo de la época. Sólo vivió 24 años y murió tras tomar cianuro de potasio. A pesar de su corta vida, el originario de Coahuila, dejó un gran legado literario que se expresó, sobre todo, en poemas.
Su marcado carácter romántico, el lirismo que fue apoderándose, poco a poco, de sus anhelos literarios y su naturaleza enfermiza, conformaron paulatinamente unos poemas en los que se advierten los destellos de su pasión y su genio poético, características que la turbulencia de sus amores y desamores irían acentuando, para conducirlo, en medio de la locura del amor rechazado, al suicidio.
Manuel Acuña fue un poeta nacido el 27 de agosto de 1849 en Saltillo, Coahuila. Era hijo de Francisco Acuña y Refugio Narro. Realizó sus primeros estudios en el Colegio Josefino de su ciudad natal, y alrededor de 1865 se trasladó a la Ciudad de México, donde ingresó en calidad de alumno interno al Colegio de San Ildefonso, donde cursó latín, filosofía, francés y matemáticas.
En 1868 ingresó a la carrera de medicina, misma que se vio truncada debido a su muerte temprana. Durante su estancia en la capital, se unió a los grupos de tertulias intelectuales y literarias, donde forjó amistad con Manuel Altamirano, Agustín F. Cuenca y, especialmente, con Juan de Dios Peza.
Aunque breve, su carrera fue fructífera y prometía una gran trayectoria. Su primera presentación pública fue durante el funeral de su amigo Eduardo Alzúa en 1869, tras lo cual fundó la Sociedad Literaria Nezahualcóyotl en el Ex convento de San Jerónimo. Sus primeros poemas de aquella época fueron publicados en el periódico La Iberia.
Posteriormente, publicó su obra El Pasado, misma que fue llevada al teatro y recibió excelentes críticas. Todo parecía indicar que Manuel Acuña, el poeta del romanticismo mexicano, pasaría a la historia como uno de los más grandes.
Lamentablemente, el 6 de junio de 1873, Manuel Acuña terminó bruscamente con su vida. Cuenta la leyenda que Acuña estaba enamorado de Rosario de la Peña y Llerena, quien era una intelectual mexicana a quien dedicó su poema final Nocturno. Al no verse correspondido, decidió terminar con su vida. Sin embargo, algunos piensan que su suicidio se debió a su situación de pobreza extrema y a su naturaleza melancólica.
Sobre Rosario de la Peña y Llerena se sabe que su padre, don Juan de la Peña, acogió a numerosos intelectuales de la época. A su casa llegaron autores de la talla del cubano José Martí y Manuel M. Flores, quienes también la pretendieron. Pese a su cercanía con Acuña, jamás lo correspondió, ya que sabía de sus andanzas amorosas.
Manuel Acuña era un escritor precoz que, a sus 24 años, tenía un alma atormentada. Sostuvo una relación con la poetisa Laura Méndez de Cuenca, con quien procreó un hijo que vivió pocos meses. Debido a sus dificultades económicas, se veía obligado a vivir en la Escuela de Medicina. Y de acuerdo con su carta póstuma, la idea del suicidio rondaba su mente desde mucho tiempo atrás, sin embargo, el miedo al infierno había evitado que lo consumara. Su poema Ante un cadáver es considerado el mejor escrito en México durante el siglo XIX.
Tras consumir cianuro, Manuel Acuña fue encontrado en su cuarto de la Escuela de Medicina. Se decidió no hacer autopsia por la claridad de la causa de su muerte. Su cortejo fúnebre estuvo liderado por Ignacio Altamirano, quien lo quería como a un hijo. Sepultaron a Manuel en el humilde panteón de Campo Florido, en la actual colonia Doctores. A las pocas semanas llevaron al mismo panteón a su pequeño hijo, Manuel Acuña Méndez. Posteriormente, sus restos fueron trasladados a la Rotonda de las Personas Ilustres del Panteón Civil de Dolores y allí permanecieron hasta 1917 cuando fueron trasladados a Saltillo y depositados en la Rotonda de los Coahuilenses Ilustres del Panteón de Santiago. En la esquina de las calles República de Venezuela y República de Brasil del Centro Histórico de la Ciudad de México se conserva una placa que conmemora el lugar donde finalizó su vida.
Sus tres grandes poemas: Ante un cadáver, A Laura y Nocturno tienen una sinceridad desgarrada. Se tienen contabilizadas 96 obras de Acuña: 80 poemas amorosos, patrióticos, humorísticos, descriptivos y de circunstancias, una obra de teatro, tres artículos y 12 cartas.