La hazaña de estrenar un auto
Irma Sánchez
En el siglo pasado estrenar un auto era gozo y felicidad.
Hoy estrenar un auto puede representar una larga hazaña incluso hasta a 2 años para poder disfrutar el aroma del vehículo nuevo que a muchos subyuga.
¡Cómo cambian los tiempos!
Quienes tenían la capacidad económica llegaban a la agencia, hacían su pedido, billetes en mano, después cheque listo para encargarlo a la carta, elegían el color del modelo, el color de los asientos, estándar, automático.
Hoy, cuando el mundo vive una evolución tecnológica, (claro, entorpecida por 2 años de pandemia) “la hazaña de estrenar un auto” se convierte casi en un sueño imposible.
Para comenzar vas a la agencia y te muestran “lo que hay” pero te lo entregan a 3 y 6 meses después.
No siempre te hablan con la verdad en cuestión de fecha de entrega, generalmente te cuentean y te van dando largas.
Sobre las características del modelo, de plano te dicen lo que hay disponible para entregar en 1, 2 meses. Y si te empeñas en que quieres tal o cual color, tu nombre pasará a una lista de espera a 3, 4 meses.
Ya casi listo tu pedido algunas marcas te preguntan si lo quieres con radio o sin radio. Desde luego que con radio llega a costar hasta 6 y 7 mil pesos más, y con cámara unos 12 mil.
Y cuando ya está listo el pedido te piden todo tipo de documentos. Te recomiendan comprarlo a plazos como buena inversión, porque si te lo quieres llevar pagándolo de contado, Hacienda te puede investigar para rastrear tus posibilidades y realidad económica.
En el mercado de los autos de alta gama están notificando entregas a un plazo de 24 meses. En las demás tu pedido puede quedar atendido de 3 a 6 meses, hasta 10.
Que diferente es el mercado.
Las armadoras están listas para trabajar pero enfrentan problemas de abasto de componentes.
Las agencias quieren vender, pero no reciben unidades.
Y los compradores quieren estrenar, y mientras aguardan su oportunidad de recibir su vehículo, un bicho asiático puede interrumpir sus planes, al igual que un cardiacaso, un accidente y hasta un cambio de fortuna.
Hay que jugársela con toda la adrenalina.
Y cruzar los dedos para que mejoren las condiciones de las armadoras que aseguran millones de empleos y oportunidades.