Opinión

Universidad: “Universitas, universitatis” Universalidad, totalidad

8 septiembre, 2023 8:00 pm
Eduardo Pineda

La Universidad como concepto surgió aproximadamente en el siglo XII, se sabe que fue en Italia, en Padua; algunos otros dicen que fue en Francia, que la Universidad de Paris fundada por el canónigo Robert de Sorbon en el año 1205 fue la primera institución de educación superior del mundo. Sin duda ya sea en Padua en los años 1100 o en París en los 1200, la creación de la universidad como concepto y recinto cambió el curso de los saberes en la sociedad humana.

Al inicio en la Europa medieval, la Universidad era un claustro religioso con el catecismo de los padres de la iglesia transmitido dogmáticamente a los pupilos o discípulos. Pero, este conocimiento incuestionable también se acompañaba de otro propicio para la supervivencia: la agricultura de huerto, la arquitectura, la astronomía predictiva, la meteorología, la botánica y la herbolaria médica, la zoología, la anatomía, el derecho canónico y civil, la filosofía, la música, las artes plásticas y escénicas, la disputatio (educación en la retórica y los buenos juicios para debatir), la poética, la gastronomía y el cuidado de los alimentos, la biblioteconomía, entre muchas otras formas de conocimiento. Pero, con el paso de las décadas, lo que marcó la diferencia entre las universidades y las abadías fue precisamente el principio etimológico de la palabra con la que este concepto surgió: La universalidad.

La Universidad no podía encerrarse en el dogma de fe, debía salir del cascarón eclesiástico para dudar e indagar, para descubrir y conocer un mundo que le había sido velado por el miedo al infierno y la aspiración al premio celestial. Un alud de información estaba por permear las mentes de hombres y mujeres por todo el mundo, el razonamiento lógico matemático desplazaba las explicaciones míticas de los fenómenos naturales, la observación lejana de los cielos nocturnos y la observación cercana de la vida microscópica deslumbraron a la humanidad y le mostraron el camino de la razón. Decenas y después cientos de universidades por todo el mundo proliferaron, las enseñanzas que albergaban hacían honor al vocablo de universalidad y totalidad. La Universidad abarcaba todas las formas de conocimiento y estaba preparándose para albergar cada vez a más y más personas con hambre y sed de conocimiento.

Sin embargo, con la revolución industrial el estilo de vida dio un giro abrupto y el afán por producir mercancías y venderlas nubló la mente de los universitarios y convirtió a los recintos de la totalidad en fábricas de obreros calificados, en administradores de las riquezas de las fábricas, en abogados que debían interpretar a todo vapor las leyes que emergían como hormiguero con los nuevos roles sociales, con las nuevas relaciones laborales. La Universidad se especializó y perdió su totalidad.

Poco tiempo después, la apabullante marcha del capitalismo condujo a las fábricas ya establecidas como empresas a generar sus propios conocimientos; todas ellas contaban ya con departamentos de investigación y desarrollo, ignorando los trabajos de los universitarios.

Poco a poco las diversas universidades se avocaron a la  investigación básica y no aplicada y egresaban mano de obra de alta calidad para las empresas. Incluso en los decretos de creación de las universidades modernas se establece que éstas no tienen la función de proveer conocimientos a la iniciativa privada, solo formar profesionistas. La universalidad se ha perdido

Sin embargo, existen esfuerzos de actores de la educación superior que enaltecen y reviven el concepto primigenio de lo que una institución debe ser. Olvidando el divorcio de la Universidad y la industria, han decidido llevar a cabo la transferencia tecnológica y volver asì al principio básico de la institución para y con el pueblo.

Un claro ejemplo es la Universidad Tecnológica de Tehuacán, en donde personas como Genaro Cerón viven convencidas de que la relación activa de la sociedad y la institución no se debe perder.

En esta charla conversamos al respecto y concluímos que todo colegio, instituto, universidad o escuela que lleva a cabo investigación en ciencia y tecnología debe abrir sus puertas para que la sociedad a la que se debe reciba de forma horizontal el conocimiento y los saberes que manan de sus aulas y laboratorios.

 

Eduardo Pineda

eptribuna@gmail.com





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