La estampa de la realidad
Eduardo Pineda
Cuando era niño y observaba los libros antiguos siempre me preguntaba cómo incorporaban imágenes en ellos en la época en que no había computadoras. Yo sabía acerca de la imprenta, los tipos o letras de metal que se acomodaban al revés en matrices de metal y se entintaban para después colocar hojas donde la matriz se prensara y quedaran impresas casi para siempre. Imaginaba a alguien dibujando con tinta china y una pluma de pato afiada las ilustraciones y las plecas y demás ornamentaciones.
Pasó el tiempo y un día me enteré de que al igual que las letras, los dibujos también eran producto de una matriz entintada y prensada, pero, era una matriz que se tallaba para generar surcos y relieves y lograr ese “sello” que ilustraría las páginas de los biblos.
A esa técnica de tallado de las matrices se le llama grabado y es una de las formas más hermosas de inmortalizar también una obra de arte, porque una vez teniendo la placa o matriz tallada, puedes entintarla e imprimir todas las veces que quieras, reproduciendo tu obra de arte cientos o miles de veces.
Durante muchas décadas el grabado se mantuvo en auge, la capacidad que brinda para ser reproducido les ofreció a los caricaturistas una forma ideal para difundir sus obras con contenido político e informativo, en ese renglón tenemos por ejemplo a José Guadalupe Posadas autor de la miles de veces copiada “catrina” o a Diego Rivera, del que pocos saben era también grabador. Pero esta técnica de expresión no solo se mantuvo en el terreno del periodismo crítico, sino que también proporcionó a los artistas una forma masiva de mostrar su obra. José Luis Cuevas y Francisco Toledo son estandartes de ellos. Toledo, por ejemplo, está considerado uno de los más grandes grabadores en la historia del mundo.
Existen diversas técnicas dentro del mundo del grabado para lograr placas dispuestas a ser entintadas y prensadas. Algunos artistas surcan sus matrices con gurbias y formones sobre linóleo o madera, otros más usan ácidos para deformar la superficie de placas metálicas y lograr tonalidades o difuminados. El grado de detalle sobre las placas también cambia de acuerdo con la obra o el autor, los hay extremadamente meticulosos y los hay con trazos más toscos, pero no menos bellos.
En nuestro estado, el maestro Antonio Durán lleva más de tres décadas expresándose a través del grabado, la cartonería y el dibujo. Cobijado por la BUAP, ha formado a decenas de generaciones de artistas plásticos y ha presentado un sinnúmero de exposiciones y colecciones en nuestra ciudad y otras partes del país.
Antonio Durán es un arquitecto de la inmortalidad, a través de los surcos y relieves de sus placas matrices, recrea la realidad y da vida a su imaginación, eterniza para los espectadores que están por venir los retratos del arte que mana de sus manos y se su conciencia creadora. Él, al igual que la escuela de grabadores mexicanos que lo antecede, estampa la realidad en la memoria colectiva de las tintas y de las almas de los hombres.
Eduardo Pineda
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