El origen de las especies
Eduardo Pineda
El pasado 24 de noviembre se conmemoró la publicación del libro “On the Origin of Species by Means of Natural Selection, or the Preservation of Favoured Races in the Struggle for Life” (“Sobre el origen de las especies por medio de la selección natural, o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida”). Obra por demás icónica que estableció un nuevo paradigma, vigente hasta nuestros días, para entender cómo funciona y cuál es la razón de la diversidad de vida que rebosa en nuestro planeta. Pero, además de reconocer su importancia en el terreno de las ciencias naturales, debemos reconocerla también como precursora de la forma actual de practicar la ciencia, como promotora de la biología moderna y como punto de inflexión de la ética al colocar al ser humano en su justo lugar dentro de las especies que conforman la biósfera.
Y es que Charles Robert Darwin, autor del libro que hoy convoca estas líneas, provocó una revolución de pensamiento en la historia de la humanidad, se colocó en la pátina de la intelectualidad y se inscribió en la prestigiada lista de hombres que marcaron un antes y un después en la forma de entender nuestro entorno y los procesos que ocurren en él. Para Lynn Margulis, bióloga rusa naturalizada estadounidense, la vida es un proceso, es un mecanismo constante de cambio y un fenómeno digno de estudio in situ, “la vida se entiende observándola mientras cambia, mientras evoluciona”, decía.
Esta concepción de la vida que en la actualidad tenemos los biólogos en todas las instituciones de investigación, no se tenía antes de Darwin, la idea del creacionismo preponderante en las diversas religiones cristianas y la teoría de la generación espontánea gozaban de gran aceptación mientras Charles Darwin observaba procesos de selección natural respecto a la selección sexual, la obtención de recursos alimenticios, la depredación, el clima y demás factores que juegan un papel determinante en la preservación de las especies en nuestro planeta o su extinción. Con estas ideas y un sinfín de colectas, Darwin plantea su teoría y con ello cambia para siempre la forma de estudiar la vida en la Tierra. La selección natural se convierte en la teoría más aceptada, logrando explicar casi todos los fenómenos de evolución, sin embargo, con el paso del tiempo esa teoría ha sido rebasada, pero su legado es innegable.
Publicado el 24 de noviembre de 1859, “El origen de las especies” es considerado uno de los trabajos precursores de la literatura científica y el fundamento de la teoría de la biología evolutiva. Permeó a su vez en otras áreas del conocimiento como la economía política, la filosofía y la estética, así lo podemos ver, por ejemplo, en el trabajo del investigador Federico López Silvestre del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Santiago de Compostela, cuando asegura que: “En El origen de las especies (1859) y en El origen del hombre (1871) se manejan algunas ideas que ponen de manifiesto lo que Darwin pensó sobre el “gusto” o el “sentido de la belleza”. Contra lo que podría esperarse, de sus reflexiones se desprende que ni el uno ni el otro son “innatos” o “inalterables”. Más aún, Darwin sugiere que el gusto nuevo de una generación puede convertirse con el paso del tiempo en causa de “especiación”. Este planteamiento casi lamarckista se aplica tanto a animales como a seres humanos y pone en entredicho muchas de las afirmaciones de los defensores de la actual “estética evolucionista”.
De manera que Darwin y su obra tocaron casi todos los terrenos del pensamiento humano y hoy, la doctora en ciencias biológicas de la BUAP, Hortensia Carrillo, comparte con nosotros sus reflexiones alrededor del naturalista inglés que homenajeamos con esta conversación, quedándonos claro que, como afirmaba Darwin: “Hay grandeza en esta concepción de la vida, que con sus diferentes fuerzas, habiéndose originado de una o pocas formas; y que, mientras este planeta ha ido girando de acuerdo a la ley de la gravedad, desde un origen tan sencillo, hayan evolucionado, y sigan haciéndolo, una infinidad de las formas de vida más bellas y más maravillosas”.
Eduardo Pineda
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