Bienestar emocional y espiritual: por una buena formación para la paz interna

19 mayo, 2021 10:50 pm


Cuando hablamos de bienestar mental, solemos limitarnos a pensar en la salud psiquiátrica de una persona. Pero casi nunca relacionamos el bienestar mental con la necesidad de generar las condiciones necesarias para que las personas enfrenten y resuelvan de la mejor manera los aspectos psicológicos del comportamiento. Generalmente, cada persona es dejada a su suerte en la tarea de desarrollar una buena salud emocional y espiritual. En otras palabras, cada quien es responsable de desarrollar su propia capacidad de desarrollar pensamientos y sentimientos positivos.

La pregunta es ¿podemos hacer algo como sociedad, para aprender a lidiar mejor con nuestras emociones y sentimientos? ¿Podemos intervenir en el desarrollo de las habilidades emocionales de las personas? ¿Es posible desarrollar la capacidad de las personas para valorar de mejor manera sus vidas, en términos de sus pensamientos y sentimientos? En otras palabras, ¿podemos enseñarle a una persona a ser feliz?

Diversos estudios demuestran que este trabajo debe empezar desde la infancia, fortaleciendo las “habilidades para la vida”. Desde siempre, nos enseñan que todos tenemos derecho a ser felices, pero nadie nos enseña cómo lograrlo. Como lo señalan los expertos, “ningún gobierno es capaz de brindar felicidad por sí mismo, pero sí cuenta con la capacidad de proporcionar las condiciones idóneas para que ésta crezca”. De ahí la necesidad de trabajar con las nuevas generaciones para que, desde la escuela, se introduzcan contenidos inspirados en la psicología positiva, para “entrenar” a las niñas y niños a ser felices. Mediante la enseñanza de diversas técnicas de atención y concentración, las personas pueden desarrollar mecanismos para lidiar mejor con el estrés, el conflicto y la violencia.

Además, un desarrollo saludable de nuestras emociones y nuestra espiritualidad nos permite desarrollar sentimientos positivos, disfrutar de buenas relaciones sociales, tener más amigos y relaciones más estables. De acuerdo con diversos estudios, “la felicidad no solo se siente bien, sino que también es benéfica para la sociedad”, ya que condiciona el aumento de los niveles de productividad, creatividad, civilidad y solidaridad de la comunidad, ayudándola a funcionar mejor.

De hecho, un mejor manejo de nuestras emociones y de nuestra capacidad para alcanzar la paz interna, paz espiritual, se expresa en buenas relaciones vecinales y comunitarias, así como en un mayor desarrollo de lo que se denomina “capital social”, que se traduce en mayor confianza, fraternidad y solidaridad. Mayor capital social, una baja corrupción y el sentirse respetado y digno de confianza, así como el hecho de vivir en un medio ambiente seguro, sano, sin contaminación, que incluya amplios espacios verdes, agua y aire limpio, son factores que, a su vez, inciden en los niveles de felicidad. 

Estoy convencido de que el único camino para construir una mejor alternativa de futuro es que, como sociedad, logremos una mayor paz interna que nos guíe en la construcción de nuevo orden sustentado en la fraternidad, la solidaridad y la cooperación (derivada de la confianza). Solo a partir de una auténtica paz espiritual será posible construir una nueva racionalidad y una institucionalidad renovada, fincada en un nuevo ethos fraternal, solidarista y cooperativo que nos permita avanzar en tres ámbitos fundamentales de la convivencia humana: 

En un proceso de reconciliación entre nosotros y con la naturaleza; en una paz duradera fincada en un nuevo sistema de valores que reconozca nuestra esencia humana y nuestra superioridad espiritual como especie; y en un proceso de unidad y suma de esfuerzos para articular un nuevo relato convincente, una narrativa viable, en torno a la cual podamos construir un mejor futuro para todas y para todos.

Como lo he venido comentando, hablar de bienestar implica ir más allá de la simple satisfacción de las necesidades fisiológicas básicas. Bienestar implica también considerar las necesidades mentales y espirituales de las personas, es decir, todo aquello que escapa a la lógica y que no podemos justificar racionalmente, pero que, sin embargo, condiciona nuestras sensaciones y emociones; y que, en última instancia, nos hace tomar tales o cuales decisiones y actuar de cierta manera. Por eso considero que ha llegado la hora de que, como sociedad, nos planteemos como objetivo el bienestar emocional y espiritual, porque es la mejor manera de alcanzar la paz interna que necesitamos para aprovechar todo nuestro potencial.





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