Opinión

Datos históricos para no olvidar: Carlota de Bélgica, la última emperatriz de México

18 julio, 2023 4:41 pm
Gaby Hernández

“Recordadle al universo al hermoso extranjero de cabellos rubios.

Dios quiera que se nos recuerde con tristeza, pero sin odio”

. —Carlota de México

 

Él acabó ejecutado, y ella en la locura: la historia del segundo imperio de México tuvo como protagonistas a dos jóvenes europeos que soñaban con el poder y acabaron en la tragedia. El archiduque austriaco Maximiliano de Habsburgo y su esposa, la princesa Carlota de Bélgica, se embarcaron en la misión de instaurar un imperio francés en México en el siglo XIX.

La vida de Carlota, emperatriz de México, resulta fascinante, pues más allá de haber sido esposa de Maximiliano de Habsburgo, quien fue un político y militar austriaco que renunció a su título para ser emperador de México bajo el nombre de Maximiliano I, dejó un gran legado al país, pues emprendió importantes proyectos sociales. Asimismo, Carlota tenía un gran gusto por las artes, la lectura, los idiomas y la filosofía; características que se vieron reflejadas de alguna manera en construcciones en las que participó, como el Paseo la Emperatriz, actualmente Paseo de la Reforma de la ciudad de México.

María Carlota Amelia Augusta Victoria Clementina Leopoldina de Sajonia-Coburgo-Gotha y Orleans nació el 7 de junio de 1840 en el Palacio de Laeken en Bélgica. Hija del rey Leopoldo I de Bélgica y de la princesa francesa Luisa María de Orleans. Su madre falleció cuando Carlota tenía 10 años. A los 16 años, “la princesa más bella de Europa”, como la llamó su padre, provocaba el interés de los jóvenes de la realeza de aquel continente, pero ella se fijó en uno: Maximiliano de Habsburgo, el hermano de Francisco José I, el emperador de Austria. Carlota contrajo nupcias con Maximiliano el 27 de julio de 1857. Ella tenía 17 años y Maximiliano 25.

La búsqueda de un nuevo monarca para México que promovían los conservadores mexicanos llegó a oídos de la pareja en octubre de 1861 de voz del ministro de Exteriores austriaco, el conde de Rechberg. Y esta idea emocionó a Carlota, así que convenció a un dubitativo Maximiliano de asumir la “misión divina” que les había llegado, por lo que se embarcaron a un México ya dominado por los franceses. Y es que la invasión de Napoleón III iniciada en 1861, que tomó la ciudad de México en 1863, allanó el camino para la llegada de los futuros emperadores al puerto de Veracruz. La pareja fue coronada el 10 de abril de 1864 en la Catedral de la ciudad de México. Y se dice que al llegar a la ciudad les habían preparado el Palacio Nacional, pero encontraron chinches, así que se instalaron en el Castillo de Chapultepec.

En su corto reinado (1864-1867), Carlota de México asumió las funciones propias de su rango, y durante algunos meses, mientras Maximiliano visitaba el interior del país, encabezó la regencia del Imperio. Sin embargo, tanto Carlota como Maximiliano nunca lograron la aceptación de sus políticas liberales por parte de los conservadores, que fueron finalmente quienes habían realizado todas las gestiones para su llegada a México.

En 1866, Francia, bajo la presión de Prusia y sobre todo de Estados Unidos, abandonó políticamente a los emperadores mexicanos. Retiraron a gran parte de sus ejércitos del territorio nacional, y Benito Juárez y sus huestes empezaron entonces a ganar terreno para recuperar el país. Entonces, ese mismo año Carlota atravesó el Océano Atlántico para pedir ayuda en Europa y salvar el trono. A los 26 años, Carlota llegó a París y Napoleón III le negó la ayuda, y tras fracasar en su misión, la emperatriz marchó a Roma para entrevistarse con el Papa Pío IX, mismo que le dio largas y no se concretó nada. En esa estancia en Roma, es cuando comienzan a ser evidentes los síntomas de desequilibrio mental. Y si las negativas del apoyo europeo parecen ser el detonante de la locura de Carlota, al enterarse del fusilamiento de su marido en México el 19 de junio de 1867 en el Cerro de las Campanas Querétaro, la sacó de sus cabales.

Carlota pasó el resto de su vida recluida y aislada hasta su muerte; primero en el Castillo de Miramar, después en el Castillo de Tervuren, y finalmente en Bélgica. Murió el 19 de enero de 1927 a causa de influenza en el Castillo de Bouchout a los 87 años, cerca de Bruselas. Se dice que sus últimas palabras fueron: “Todo aquello terminó sin haber alcanzado el éxito”.

Sin embargo, me gustaría enfatizar brevemente acerca de los distintos proyectos de Carlota que pretendían reformar al país. Por ejemplo, la emperatriz decretó la Ley de Instrucción Pública que garantizaba a las personas la educación primaria gratuita y obligatoria, y además fundó escuelas y academias, tal como un conservatorio de música. Con la llegada de la emperatriz, se eliminaron los castigos corporales a las personas, se limitaron las horas de trabajo, así como el trabajo infantil. También impulsó empresas como los ferrocarriles, el telégrafo y el transporte a vapor.

El Paseo de la Reforma (antes Paseo de la Emperatriz), es una de las obras más famosas que se le adjudican a la emperatriz Carlota, y se dice que su construcción se debió a los insistentes reclamos de ella hacia Maximiliano respecto a que él no regresaba a su casa (el Castillo de Chapultepec) por las noches. Además de todo lo anterior, se le adjudica la creación de la Junta Protectora de las Clases Menesterosas, la cual protegía a los indígenas.

 





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