El movimiento antivacunas evita que se termine la pandemia
Redacción.- En muchos lugares del mundo la vacunación contra la covid-19 se ha detenido. No porque falten vacunas, sino porque la población no quiere inocularse. Los países que viven esta situación se preocuparon por acaparar el fármaco anti coronavirus —dejando a gran parte del mundo sin la posibilidad de obtenerlo—, pero no por crear estrategias para combatir al que hoy representa su más grande obstáculo: el movimiento antivacunas.
A través de teorías conspiranóicas, campañas de desinformación y protestas, el movimiento antivacunas ha sembrado dudas en diversos países sobre si vacunarse contra la covid-19 es seguro y necesario.
El ejemplo más representativo es Estados Unidos, un país en el que ha impactado tanto esta incertidumbre que incluso se han tenido que ofrecer diversos incentivos, desde tarjetas de regalo hasta cerveza o dinero en efectivo, para que sus pobladores accedan a vacunarse.
A principios de 2021, el gobierno estadounidense calculaba que a estas alturas del año su país ya estaría muy cerca de la inmunidad colectiva (70-80 por ciento de la población inoculada), sin embargo, apenas llegan al 50 por ciento de su población completamente vacunada; un porcentaje desolador para una nación que tiene vacunas hasta para ofrecerlas a visitantes extranjeros.
Desde hace años, la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera al movimiento antivacunas como una amenaza para la salud pública; en ese sentido, el organismo señala que cada año, a nivel mundial, se registran 1.5 millones de muertes infantiles por enfermedades que podrían prevenirse con vacunas ya disponibles. Si el impacto de esta amenaza ya era grande de por sí, con la actual pandemia no deja de crecer.
La directora de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), Rochelle Walensky, informó hace algunas semanas que en junio, más del 99 por ciento de las muertes por covid-19 registradas en Estados Unidos fueron de personas no vacunadas. Hace unos días, la especialista advirtió que “esto se está convirtiendo en una pandemia de los no vacunados”.
Esta advertencia tiene dos caras, pues mientras en algunos países la gente no se vacuna por voluntad propia, en otros no lo hacen por no tener la oportunidad; algo que pone de manifiesto que el movimiento antivacunas tiene un mayor efecto en las naciones con mayores ingresos, en donde su imprudencia e irresponsabilidad puede ser resuelta con dinero.
En México —un país en el que la pobreza alcanza a más de 70 millones de personas y en donde el sistema hospitalario estaba rebasado desde antes de la pandemia—, por ejemplo, el 94.4 por ciento de las personas dice estar esperando o querer ser vacunados, de acuerdo con la encuesta nacional El Coronavirus en México realizada por Consulta Mitofsky.
La postura contraria a la vacunación es emocional y oportunista: fácilmente defendible en países con sistemas de salud que te ofrecen una segunda oportunidad cuando tu imprudencia te lleva al hospital”, explica un ensayo publicado en el New York Times
En estos días se han visto protestas en Francia y Grecia por que sus gobiernos han establecido como obligatoria la vacunación para algunos sectores o para realizar algunas actividades, utilizando como bandera las libertades individuales; sin embargo, como señalan diversos especialistas, ese argumento no es válido cuando el impacto en la salud pública no es individual, sino colectivo.
Las protestas contra las vacunas son cómplices de las muertes que siguen ocurriendo por Covid-19 y de la crisis económica y social que eso desencadena”, señala una editorial del periódico El Espectador.
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