Opinión

¿Estamos pudriendo el planeta?

14 diciembre, 2025 12:31 pm

Silvino Vergara Nava

“La especie humana se enfrenta a
dos amenazas graves: la guerra
nuclear y la catástrofe ambiental.
Ambas son consecuencia del
mismo problema fundamental:
la incapacidad de nuestras
instituciones sociales
para controlar el poder.”

Noam Chomsky

De acuerdo con los datos de las instituciones oficiales en el mundo, la población es de aproximadamente 8,200 millones de habitantes en 2025, que se concentran principalmente en la India y China, siendo los países más poblados del planeta y también algunos de los más contaminados.

En las estadísticas de las ciudades más contaminadas del mundo se encuentran varias ciudades de esos dos países; además, es ahí donde se concentra gran parte de la producción de mercancías a nivel mundial. Basta recordar que, en la década de los noventa del siglo XX, las maquiladoras textiles que se encontraban en diversas ciudades de México huyeron a China por contar con mejores condiciones para operar. Claro que, dentro de esas mejores condiciones, se encuentran los impuestos bajos y los pocos derechos laborales que hay que cumplir, pero también se incluye, como atractivo para las empresas mundiales, la ausencia de regulaciones ambientales, lo que disminuye enormemente el costo de producción de las mercancías. Esto explica, en parte, por qué han sido tan competitivos los productos provenientes de Asia, particularmente de China y de la India: la permisividad para contaminar.

Es tan elevada la contaminación en esos países que basta recordar que el maratón de Beijing de 2014 debió cancelarse por los altos niveles de contaminación; sin embargo, se llevó a cabo y muchos de los participantes desertaron precisamente por esta causa, mientras que otros corrieron con mascarillas, lo cual es una muestra clara de esos niveles extremos de contaminación.

El llamado cambio climático, los constantes cambios de temperatura, el calentamiento global, la emisión de gases contaminantes y el efecto invernadero son términos que se han vuelto cotidianos, pero pareciera que nadie hace nada frente a esa descomposición gradual del medio ambiente.

Y es que pareciera que todos los esfuerzos acordados por las naciones para evitar el incremento excesivo de la contaminación del planeta se quedan en simples discursos y en proyectos que nunca se materializan o que solo se complementan parcialmente. Mientras tanto, la descomposición del medio ambiente sigue avanzando en el mundo, al grado de que muchos científicos han sostenido que llegará un momento en que el planeta será inhabitable. Lo cierto es que ya existen ciudades inhabitables o, en su caso, poblaciones que se han acostumbrado a vivir en condiciones precarias, como limitar su tiempo en las calles o padecer malestares que se han vuelto cotidianos debido a la alta contaminación.

Posiblemente, uno de los problemas centrales es que se pretende imponer medidas y cambios espectaculares que no se pueden cumplir, salvo en ciertos casos y en países donde existe una mayor concientización sobre el problema de la contaminación y el riesgo de daños mayores. Tal es el caso de Alemania que, a partir de la experiencia de lo ocurrido en Japón con la explosión de una planta nuclear, determinó cerrar todas las plantas nucleares de energía en su país y, finalmente, sí lo cumplió. Sin embargo, esto no es posible para muchas naciones por diversas razones, entre ellas la económica y la voluntad política de sus gobernantes, ya que estas medidas son de largo plazo, mientras que a los gobernantes les interesan las acciones a corto plazo que generan resultados electorales.

Por presiones internacionales o por simples buenos propósitos de algunos gobernantes, se busca regular a través de la legislación administrativa, que dicho sea de paso es un desastre. Esto se debe a que, existiendo tres niveles de gobierno en el sistema mexicano, no hay una delimitación clara sobre qué corresponde regular a los municipios, qué a las entidades federativas y cuál es competencia de la federación. Partiendo de este grave problema, se imponen medidas duplicadas por los diversos niveles de gobierno o tan complicadas de cumplir que, finalmente, nadie las acata, lo que solo genera un crecimiento de la corrupción.

Últimamente, por presiones internacionales —denominadas recomendaciones de organismos internacionales— se pretende implementar impuestos estatales ambientales bajo la regla de oro de “paga más el que contamina más” y “paga menos el que contamina menos”. Si bien estos son buenos propósitos, lo cierto es que la industria mexicana, que en su mayoría es de carácter familiar, no cuenta con la capacidad económica para cumplir con el pago de dichos impuestos, y mucho menos para establecer mejores procesos que disminuyan la contaminación en sus sistemas de producción.

Lo que sí se puede implementar, al menos, son pequeñas regulaciones jurídicas que se han dejado pasar, intentando imponer en su lugar medidas espectaculares que nunca se materializan. Tal es el caso de mejorar la circulación vehicular, donde bastaría sincronizar semáforos y evitar cuellos de botella; por ejemplo, abandonar la tendencia de reducir carriles vehiculares en calles y avenidas donde no es viable instalar ciclovías debido a sus propias características. Desde luego, educar a la población es una de las medidas más adecuadas para hacer ver la importancia del cuidado del planeta, pero implementar acciones menos complicadas para el ciudadano de a pie facilita que realmente se cumplan. Al menos con ello se deja de contaminar y, en pocas palabras, se deja de pudrir el planeta.

(Web: parmenasradio.org)





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