Opinión

Parece que fue ayer

30 octubre, 2025 7:09 pm
Irma Sánchez

El amanecer del lunes 31 de octubre de 1969 ya no fue igual para Puebla y los poblanos.

Cuando se alistaban para cumplir con su rutina —desayuno, hijos al colegio y trabajo—, al encender la radio, “su fiel compañía”, descubrieron que no había canciones. En su lugar, destacaba una voz peculiar: la de Enrique Montero Ponce, el periodista al que muchas veces habían querido escuchar ampliamente, después de leer su columna Esquina en el periódico La Voz de Puebla.

Ahora sí, ahí estaba Montero: a veces tan amado, a veces tan odiado.

Entre comentario y comentario con sus contertulios al aire, se escuchaba una fina voz femenina, conocida como “Clavelito”, cuya misión era invitar a los radioescuchas a participar en vivo con el periodista. Así surgió el fenómeno de la comunicación de ida y vuelta, que, sin proponérselo, empoderó a una sociedad ávida de ser escuchada.

Cuántos temas, cuántos reclamos y felicitaciones pendientes por columnas publicadas, por comentarios deportivos, políticos, sociales.

Y así, hace 56 años, los poblanos comenzaron a generar el hábito de iniciar el día informados, escuchando en la radio a Montero Ponce, el periodista que nunca perdió contacto con sus fieles audiencias, aun estando de vacaciones en el lugar más lejano, donde siempre buscaba un teléfono para reportarse en el horario estelar de su programa: las ocho de la mañana.

Siempre tenía mucho que comentar, que compartir, que sugerir.

Con su hazaña de llevar el periodismo a la radio —alentado por el empresario radiodifusor Roberto Cañedo Martínez—, Enrique Montero Ponce, en una entrevista al aire con otro gigante del periodismo, Jacobo Zabludovsky —quien tenía una intervención editorial matutina en televisión, Comentarios Nescafé—, coincidió en que estaban abriendo una nueva era para el periodismo. Una era que surgía justo cuando la vida en México entraba en una nueva dinámica, a otro ritmo, por el crecimiento que experimentaba y que apuntaba al gigantismo.

La historia de Enrique Montero Ponce y su Esquina primero, y Tribuna después, es larga, con capítulos de obligados altibajos, pero siempre reinventando su propia hazaña periodística.

Por hoy, podemos decir que tres generaciones despertaron con él.

Tres generaciones lo mencionaban en sus comentarios cotidianos.

Tres generaciones que no siempre coincidieron al cien por ciento con sus puntos de vista, pero que jamás renunciaron a escucharlo.

Su voz, sus comentarios, su risa, sus manotazos… hoy los recordamos con nostalgia, conscientes de que tiene que descansar.

Y hasta donde esté, hoy solo podemos expresarle un:

¡Gracias, don Enrique!





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