Opinión

Piano cósmico

30 agosto, 2024 8:01 pm
Eduardo Pineda

– ¿Escuchas?

– ¿Qué?

– Eso

– ¿Eso qué?

– Ese ruido

– ¡Ah! Sí, eso. Eso que escuchas, es la música del universo.

Esta conversación es tal vez el sueño de muchos. Recuerdo, cuando viajaba por la sierra norte de Puebla, a un amigo muy querido –director de la orquesta sinfónica infantil de la BUAP– contarme acerca de la agrupación de rock The Beatles: el cuarteto de Liverpool visitó a la chamana indígena María Sabina en Huautla, Oaxaca con una petición, proporcionarles los hongos necesarios para escuchar la música del universo.

No hay un relato certero que nos indique si realmente lograron escuchar lo que deseaban, pero según contaba Mamá Tere, la hija mayor de Sabina, lo que el cuarteto liderado por Lennon en aquella tarde de lluvia percibió, fue suficiente para que al replicarlo con sus instrumentos su música se inmortalizara. Si al leer estos párrafos tienes más de más de 70 años de edad o si eres un adolescente que disfruta en el auto “Yesterday”, “Hey Jude” o “Lucy in the sky with diamonds” sabrás que si, en efecto, esa música es inmortal.

Sin embargo, tal vez el camino de los hongos alucinógenos u otros estupefacientes no sea precisamente el más indicado para acceder a los sonidos del cosmos y, tal vez, podamos escuchar lo que pasa más allá de nuestra atmósfera con herramientas electrónicas que traduzcan la enorme y constante cantidad de rayos cósmicos que se produce tras la actividad al interior de las estrellas.

Científicos de la máxima casa de estudios en nuestro estado, han desarrollado un artefacto que logra exactamente eso, captar la cascada que se deriva de los rayos cósmicos que chocan con la atmósfera a través de sensores y hacer una transcripción de éstos a destellos de luz y emisiones de sonido.

Lo anterior cobra una gran importancia si consideramos que este “piano cósmico” se puede transportar, que sus sensores son completamente visibles para explicar la electrónica que los conforma, que la luz y el sonido que emiten son atractivos para niños y adultos y que su instalación no lleva más de 10 minutos.

Es decir, no sólo es un sensor de rayos cósmicos, es un instrumento lúdico, una herramienta educativa y un medio de divulgación de las ciencias de la electrónica y la física de partículas. El piano cósmico, patentado y creado por el Dr. Arturo Fernández y el Dr. Guillermo Tejeda de la BUAP, ha viajado por el mundo despertando la curiosidad científica de especialistas y del público en general, ha demostrado que los rayos cósmicos están presentes todo el tiempo y en cualquier rincón de nuestro planeta, de nuestro universo. Nos comprueba que hay una realidad compleja que no podemos percibir con los sentidos y que el desarrollo de la ciencia y la tecnología apunta a esa ampliación de los sentidos para conocer más. Somos la especie que piensa, la especie que sueña y que imagina, y también somos la especie que se pregunta, que indaga, investiga y no se conforma con las respuestas. No cabe duda que el signo de interrogación es la más importante de todas las representaciones gráficas de la mente. La humanidad necesita saber, quiere saber y se esfuerza por ello.

Lamentablemente poco a poco se ha perdido la curiosidad innata del ser humano, las sociedades de consumo, la era digital de la inmediatez y la cultura del mínimo esfuerzo están apagando la llama de la curiosidad y la duda, y el desarrollo de dispositivos que nos sorprenden al mismo tiempo que nos educan e ilustran, nos hacen pronunciar de inmediato: ¿Por qué? –salvándonos de ese entorpecimiento social.

Con eso basta, con desprender preguntas de los labios, con hacer a los hombres y mujeres mirar hacia el cielo otra vez, con dejar sembrada una duda, revivir vocaciones, desmitificar las explicaciones de los fenómenos, sensibilizar a los gobernantes sobre el significado real de la ciencia en una sociedad decadente como la nuestra.

A fin de cuentas, esa es la importancia de la divulgación de la ciencia; si nos remontamos a la etimología de la palabra divulgación, esclareceremos su esencia: Di, ir; vulgos, pueblo. Divulgar es ir al pueblo, y porque los científicos y las instituciones que los auspician se deben al pueblo, es que regresan hacia él, proporcionando los medios para adquirir información, conocimientos y, sobre todo, adquirir el hábito de vida de razonar y plantear preguntas.

Arturo Fernández y Guillermo Tejeda, a través de la invención del Piano cósmico, se convierten en los chamanes que, haciendo uso de la física y la electrónica, nos permiten escuchar la música del universo para que las vocaciones y la investigación que se derive de ello sea inmortal.

Eduardo Pineda

eptribuna@gmail.com





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