¿Quién protege los paraísos fiscales?
«El hecho es que una gran parte de
la industria financiera se ha convertido en
una operación fraudulenta (racket), un juego
en el que un puñado de personas son renumeradas
de modo opulento por engañar y explotar
a consumidores e inversores».
Hans Kung
El pasado domingo 3 de octubre de 2021, una asociación de periodistas de investigación publicó una serie de datos de personas de diversas nacionalidades (como siempre, sospechosamente, no aparecen ciudadanos de Estados Unidos de América) que han creado o participado en empresas o fideicomisos para abrir cuentas bancarias en los denominados paraísos fiscales, donde las tasas del impuesto sobre la renta son mínimos, donde los inversionistas no son obligados por las autoridades fiscales a divulgar el origen de sus recursos económicos y donde se abren las cuentas bancarias a nombre de empresas de modo que impidan conocer quiénes son los titulares de esas cuentas bancarias.
Esta publicación del denominado «Pandora papers» es una más de las que se han realizado a partir de 2013, aproximadamente, donde se pone recurrentemente en Internet la información de empresarios, políticos, deportistas, artistas, etc., muchas veces convencidos para invertir en países que, desde luego, desconocen y cuya localización ignoran —ni qué decir de cómo llegar a ellos—; pero convencidos por altos ejecutivos de bancos e instituciones financieras nacionales y extranjeras para invertir en esos lugares remotos y desconocidos.
Además, los paraísos fiscales no son, propiamente, países del tercer mundo ni, obviamente, los extremadamente pobres; tampoco los que expulsan sistemáticamente a sus habitantes para el extranjero como migrantes que buscan oportunidades de simple subsistencia en otros países, sobre todo del primer mundo; tampoco ningún país africano cuyos gobernantes sean desconocidos. Es decir, no se trata de países donde las noticias informen permanentemente de inestabilidades políticas, sino de aquellos que, en la mayoría de los casos, son protectorados de Gran Bretaña o dependientes económica y políticamente de Estados Unidos de América. Por ende, de aquellos controlados políticamente para que no haya inestabilidades económicas y, así, puedan brindar seguridad a sus inversionistas extranjeros, a quienes normalmente no conocen ni conocerán alguna vez.
Lo cierto es que, para que haya paraísos fiscales, es necesario que haya un sustento desde fuera de ellos. Además, lo más seguro es que los inversionistas extranjeros, cuando son invitados o seducidos para invertir en esos lugares, nunca se hacen preguntas, respecto de esos denominados paraísos fiscales, tales como: ¿qué tipo de países son?, ¿cómo es su gobierno?, ¿cuántos son sus habitantes?, ¿cuál es su ingreso per capita?, ni, mucho menos, las preguntas de rutina, como: ¿cuál es la capital de ese país?, ¿con cuántos habitantes cuenta?, ¿cuál o cuáles son los idiomas?, ¿cuáles son sus tradiciones y lugares turísticos?
En muchos de los casos, aquellos sujetos que aparecen en esas listas (como las publicadas últimamente y las de años atrás: los «Panama papers» o «Bahamas papers») son personas sin la mínima idea de dónde se encuentran los países donde colocan sus inversiones, menos saben cuáles son las consecuencias de estar llevando y colocando dinero en aquellos países. Ahora bien, como se puede observar, en esas ultimas listas publicadas aparecen personas de América Latina, de países de Europa Oriental y, desde luego, muchos artistas y deportistas que, desafortunadamente, no pudieron contar con la educación suficiente por falta de tiempo o de interés para forjar un criterio de lo que están haciendo. Pero lo cierto es que, en tales listas, también aparecen, muchas veces, inversionistas, que hacen estos movimientos por la desconfianza y el temor a sus gobiernos, por la inestabilidad de sus países, por las constantes crisis, inflaciones, devaluaciones, por la falta de seguridad jurídica y, desde luego, por el exceso de inseguridad pública de sus naciones. Todo ello hace que esas personas lleguen a esos lugares que no conocen ni, menos, saben que existen; lugares con un desafortunado respaldo más allá de sus propios nombres; un respaldo —como cada día se hace más evidente— que proviene de las naciones que presumen luchar contra la evasión fiscal, la elusión y el lavado de dinero, pero que, detrás del telón, son las que propagan esos denominados «paraísos fiscales». Por ende, combatir estos paraísos fiscales no es un tema de dificultades jurídicas, sino que es simple voluntad política acabar con estas prácticas que transitan por inversionistas todo el mundo. (Web: parmenasradio.org).