Datos históricos para no olvidar: María Antonieta de Austria
Gabriela Hernández Huerta
Si hay un personaje que fue vilipendiado sin piedad en su tiempo fue María Antonia Josefa Juana de Habsburgo-Lorena, archiduquesa de Austria y reina consorte de Francia. En su persona se concentró todo el odio acumulado por el pueblo francés durante años de opresión, seguramente debido a que sumaba su condición de extranjera a la de soberana.
María Antonieta de Austria fue una princesa archiduquesa de Austria y reina consorte de Francia y Navarra. Decimoquinta y penúltima hija de Francisco I del Sacro Imperio Romano Germánico y de la emperatriz María Teresa I de Austria. Nació en Viena el 2 de noviembre de 1755 y murió en París el 16 de octubre de 1793.
Su destino estuvo marcado por el de Luis XVI, un marido al que nunca amó y con el que se aburría soberanamente. María Antonieta nunca gozó del favor de su pueblo. La prensa de la época tampoco la trató bien, retratándola como un ser mediocre, disoluto y antipático que salía a buscar de forma clandestina lo que no encontraba en el lecho del rey de Francia.
Detestada por la corte francesa, donde la llamaban “l’autre-chienne” (una paranomasia en francés de las palabras “autrichienne”, que significa “austriaca” y “autre chienne” que significa “otra perra”), María Antonieta también se ganó gradualmente la antipatía del pueblo, que la acusaba de derrochadora, presumida y de influir a su marido en pro de los intereses austriacos. No en vano se ganó los apelativos de “Madame Déficit” y “loba austriaca”.
Se casó en 1770 a los catorce años, con el entonces delfín y futuro Luis XVI de Francia, en un intento por estrechar los lazos entre dos dinastías hasta entonces enfrentadas. Llega a París una adolescente con la mentalidad propia de su edad y una deficiente educación que se verá ahogada por la agobiante etiqueta de la corte y caerá involuntariamente en las intrigas y manipulaciones políticas de las diversas facciones cortesanas.
En 1774 los jóvenes esposos suben al trono; tan jóvenes, de hecho, que no consumaron el matrimonio hasta 1777, año en que empiezan a circular versos críticos contra la reina por haberse rodeado de un círculo de favoritos que desata la envidia de los que no forman parte de él.
María Antonieta se refugia del aburrimiento de su cargo organizando fiestas suntuosas y salidas al campo, pero su carácter influenciable la lleva a intentar intervenir en la política, ganándose nuevas animadversiones y provocando que su imagen se deteriorara a pasos agigantados.
Llueven sobre ella todo tipo de acusaciones, pasando por una vida disoluta de juerga y despilfarro. En este contexto, y agravado por la indiferencia de la clase privilegiada ante la miseria popular, en 1778 se produjo una gran crisis: faltaba harina para elaborar pan, alimento básico de la dieta del pueblo francés, y este se congregó ante el Palacio reclamando soluciones.
Fue entonces cuando, presuntamente, María Antonieta preguntó a sus damas de compañía qué era lo que la gente reclamaba y, al responderle que no tenían pan para comer, ella dijo la famosa frase: “Qu’ils mangent de la brioche”, traducido como “que coman pasteles” (el brioche no es un pastel, sino un bollo dulce).
Expresión que quedó como ejemplo de su frivolidad e insensibilidad ante el sufrimiento de sus súbditos o, más aún, de su existencia en un mundo casi virtual, abismalmente alejado de la realidad del pueblo. Sin embargo, no sólo no hay prueba alguna de que pronunciara esas palabras, sino que cuando una verdadera hambruna había asolado la mitad norte del país en 1775 (lo que se llamó la Guerre des Farines), la correspondencia que se conserva de la reina revela una actitud muy diferente hacia el padecimiento de su pueblo. Y, en contra de lo pensado, parece que no era en absoluto insensible a la situación.
María Antonieta fue la última reina de Francia antes de que la Revolución Francesa derrocara a la monarquía en agosto de 1792. Su gasto extravagante, a pesar de las menguantes fortunas de Francia, desencadenó el descontento popular que condujo en parte a la Revolución Francesa.
Tras la fuga de Varennes, Luis XVI fue depuesto, la monarquía abolida el 21 de septiembre de 1792 y la familia real encarcelada en la Torre del Temple. Nueve meses después de la ejecución de su marido, María Antonieta fue juzgada, condenada por traición y guillotinada el 16 de octubre de 1793.
Tras su muerte, María Antonieta se convirtió en parte de la cultura popular y en una figura histórica muy importante. Algunos académicos piensan que su comportamiento, considerado como frívolo y superficial, ayudó a aumentar la agitación durante el inicio de la Revolución francesa; sin embargo, otros historiadores alegan que ha sido injustamente retratada y que las opiniones hacia ella deberían ser más benévolas.