Datos históricos para no olvidar: La Malinche
Gabriela Hernández Huerta
“Doña Marina tenía mucho ser y mandaba absolutamente entre los indios
en toda la Nueva España (…) Sin doña Marina no podíamos entender la
la lengua de Nueva España y México”.
Bernal Díaz del Castillo
De origen azteca, su nombre indígena era Malintzin, que mal pronunciado por los españoles, se transformó en Malinche. Al ser bautizada se le impuso el nombre de Marina. Sin embargo, para algunos, su nombre es sinónimo de traición y de toda una manera de pensar en México.
Ser un “malinchista” suele encender los ánimos en una discusión entre los mexicanos que a lo largo de cinco siglos han aprendido que eso es ser traidor a la patria.
La Real Academia Española define al malinchismo como tener “apego a lo extranjero con menosprecio a lo propio”. Pero el Diccionario de Mexicanismos de la Academia Mexicana de la Lengua va más allá y lo define de esta manera: “El que tiene complejo de apego a lo extranjero”. Y es que el malinchismo es algo que ha estado fijado en la mente de los mexicanos desde la llegada de los conquistadores españoles.
Los historiadores han debatido durante mucho tiempo sobre cuáles fueron los orígenes exactos de la Malinche, pero estudios indican que fue una mujer nahua originaria del actual estado de Veracruz. Malintzin había nacido hacia el año 1500, posiblemente cerca de Coatzacoalcos, antigua capital olmeca situada entonces al sureste del imperio azteca. Fue hija de un cacique feudatario del Imperio Azteca y su lengua era el náhuatl.
Es decir, pertenecía a una familia noble y en su infancia parecía tener por delante un futuro prometedor. Sin embargo, todo se truncó cuando murió su padre y su madre se volvió a casar. La pareja tuvo un hijo al que hicieron heredero de todas sus posesiones, al tiempo que decidieron deshacerse de la pequeña Malintzin. Y aprovechando que una niña de la misma edad había muerto en el pueblo, la hicieron pasar por su hija y, amparados en la oscuridad de la noche, entregaron a Malintzin a unos mercaderes.
Fue vendida como esclava en el mercado de Xicalanco a otros comerciantes mayas, quienes, a su vez, terminaron por venderla al señor de Potonchán. Fue este quien finalmente la entregaría a Hernán Cortés en marzo de 1519, con otras diecinueve doncellas.
Antes de aceptarlas, Cortés ordenó que fueran bautizadas, menos por razones religiosas que para cumplir la ley castellana que permitía mantener relaciones de concubinato únicamente entre personas cristianas y solteras. Y fue ahí que recibió el nombre de Marina, y más tarde los españoles la empezaron a tratar como Doña Marina.
Se dice que desde Potonchán, Cortés se embarcó hacia San Juan de Ulúa, adonde llegó tras cinco días de navegación. Era un Viernes Santo, y mientras organizaban el campamento llegaron los embajadores de Moctezuma para averiguar qué querían aquellos viajeros. Entonces, Cortés llamó a Jerónimo de Aguilar, un español que sabía maya, pero él no entendía el náhuatl. Fue en ese momento cuando se descubrió que Marina hablaba esa lengua, que era la de sus padres, además del maya. Y es que con su don de lenguas Malinche aprendió castellano bastante rápido y se convirtió en la traductora, intérprete y consejera más importante de Hernán Cortés.
Resulta especialmente significativa, en este sentido, su participación como mediadora en las relaciones entre Cortés y Moctezuma II, emperador de los aztecas, a quien aconsejó que se sometiera al monarca español para evitar la masacre de su pueblo.
Tras la caída de Tenochtitlan el 13 de agosto de 1521 y del nacimiento de su hijo Martín Cortés en 1522, y quien es considerado por algunos como el primer mestizo de México, Malintzin se quedó en una casa que Cortés le construyó en Coyoacán. Posteriormente, en Huiloapan, doña Marina se casaría con Juan de Jaramillo, de quien se sabe que tendría otra hija, María de Jaramillo.
Poco después, Cortés la llevó consigo para calmar una rebelión en Honduras en 1524, sirviendo ella nuevamente como intérprete. Es escasa la información sobre Marina después de que se fue a América Central. No obstante, algunos historiadores estiman que murió alrededor de 1529, enferma por una epidemia de viruela. Sin embargo, se desconoce a ciencia cierta el año y el lugar donde murió, ya que se dice que unas cartas españolas aseguran que estaba viva en el año 1550, situando su muerte en 1551.
Actualmente, para una parte de la población mexicana, la Malinche es el estereotipo de la traición, aunque otros la consideran como la víctima por excelencia del choque cultural que se produjo, y para otros más, resulta la madre simbólica de la nueva cultura mestiza que surgió como resultado de la fusión forzada de dos etnias. Lo que es incuestionable es que fue una figura indispensable en la conquista de México.