Opinión

Mira

21 julio, 2023 8:00 pm
Eduardo Pineda

Hemos insistido una y otra vez que el arte en sus diversas expresiones es quizá la última esperanza de la humanidad. Hemos perdido casi todos las virtudes morales, éticas y espirituales que nos conformaban; la idea de competir y ganar nos inunda y embriaga el pensamiento, el egoísmo se apodera de nuestras decisiones, la indiferencia ante la miseria gobierna nuestros actos, el amor como concepto constructivo nos resulta cada vez más lejano,  la compasión parece ya sólo un arcaísmo sin sentido, el interés, la ambición, la acumulación de riqueza y el triunfalismo de los poderosos sobre las mayorías desposeídas se alumbra sobre las marquesinas de la sociedad que aplauden al corrupto y desprecian al honesto.

Juan Rulfo se preguntaba a través de uno de sus personajes de El llano en llamas:
¿Qué hemos hecho? ¿Por qué se nos ha podrido el alma?

Y no lo sabemos. Simplemente ocurrió porque un mal día aseguramos que “podíamos hacer” en lugar de preguntarnos si “debíamos hacer”. Pues pudimos y lo hicimos: explotar a nuestros hermanos, conquistar sus tierras, corromper el nombre de Dios, abusar del desprotegido, atropellar, pasar por encima de los débiles e ignorantes y vanagloriarnos con el triunfo del capitalismo. Presumir las metrópolis que hoy sustituyen a los bosques y matorrales, talar, deforestar, entubar los ríos y convertirlos en drenajes, manipular la vida, jugar con la evolución en aras del desarrollo científico, crear la cultura desechable del desperdicio, envasar la felicidad y venderla sin miramientos y sin piedad, al inepto que crea que se puede comprar.

Nuestra especie hoy es una pena, somos el parásito de la Tierra, nos autodestruímos, no supimos qué hacer con tanto que la naturaleza nos dio, somos trogloditas y pretendemos arrepentirnos del equívoco uso de la rueda. Buscamos la comodidad a toda costa a través de la tecnología y hoy tenemos generaciones jóvenes de inútiles que pretextan todo con tal de realizar el mínimo esfuerzo.

Y, en medio de esta realidad que tiende a la debacle definitiva de la humanidad, el arte sigue siendo un refugio, una pausa en el mundo de la prisa, un silencio por desgracia casi imperceptible en la sociedad ruidosa que se aturde de su propio silencio porque le da pereza pensar y ya no sabe sentir.

Una tela pintada con óleo, un papel grabado con tinta, el carboncillo que se desliza por la hoja para retratar un cuerpo humano o una figura vegetal, las acuarelas y su sutileza, el pastel y su intensidad, la fotografía que pone pausa a un minúsculo trozo del espacio y el tiempo, la escultura que libera a los productos de la imaginación y las ensoñaciones de su tumba de piedra o arcilla, el teatro y su constructo de realidades paralelas y de vidas que son vividas un instante perpetuado con el éter de la memoria, la danza y sus formas en el aire, la música que desprende al alma del cuerpo y amalgama el Cielo con la Tierra en un momento efímero que se recrea cada vez pero que nunca es igual. Es el arte y sus múltiples facetas, todas ellas emergidas de la extrañeza de entes que no entienden, al igual que Rulfo ¿Qué hemos hecho? ¿Por qué se nos ha podrido el alma?

Por eso es plausible que en la ciudad de Puebla (9 Oriente 213, Centro Histórico) exista un refugio para el arte y una vitrina para sus creadores, la Correduría Rosete, Galería de Arte, ofrece a los artistas poblanos sus muros para exhibir las obras que dan a luz, sus corredores para impresionarnos con la estética de las formas y colores, sus aulas para instruirnos con charlas y talleres, su esencia para recordarnos que no estamos solos en medio de las aguas turbulentas del consumo. Christian Mercedes, su propietaria, resiste los embates de la inmediatez desde la trinchera de su galería e invita a los poblanos a hacer una pausa, unos minutos, para volver a pensar y recordar lo que significa sentir. En esta conversación el exhorto se amplía para tocar las fibras de la rebeldía ilustrada. ¡Qué la disfrutes!

Eduardo Pineda

ep293868@gmail.com

Imágenes: https://www.facebook.com/correduriarosete





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