Nada humano nos debe ser ajeno
Eduardo Pineda
Abraham Maslow en su obra “Una teoría sobre la motivación humana”, en 1943, propuso una pirámide de necesidades humanas; aquellas situadas en la base de la misma, deben ser cubiertas de forma urgente e imprescindible y hacia arriba, las necesidades propuestas por él, no son vitales, pero si conducen al ser humano a la felicidad, llegando en el vértice de la pirámide a la autorrealización.
Sin embargo, el artista e intelectual Diego Rivera, asegura que: “El arte produce fenómenos fisiológicos perfectamente precisos, es decir secreciones glandulares que proporcionan al organismo humano elementos tan necesarios para la vida humana como lo pueden ser los elementos que se obtienen por el aparato digestivo mediante el proceso de la ingestión de los alimentos… de manera que el arte es una necesidad vital para el ser humano… y el papel del artista es, entonces, un papel de nutridor, como el de los agricultores”.
Puedes escucharlo completo en el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=aD2MTV0jRnk
En el pensamiento de Rivera podemos darnos cuenta que es imperativo el reposicionamiento de la realización personal y las necesidades de afiliación y reconocimiento que Maslow instala en su pirámide como no básicas para preservar la vida. Queda claro que aquello que toca la esfera de la sensibilidad, la autosuperación, las emociones, la apreciación de la belleza y la imaginación son igual de importantes para conservar el equilibrio fisiológico del organismo, tanto o igual que los aminoácidos, las vitaminas, los carbohidratos, minerales, lípidos y un largo etcétera.
Al comprender las líneas anteriores nos preguntamos si los diversos aparatos de gobierno tienen en cuenta la necesidad humana de apreciar el arte y acercarse a las expresiones culturales, si se contemplan como prioridad o si quedan relegadas a los sobrantes del presupuesto anual, trianual o sexenal de las administraciones públicas que van y vienen desde los municipios y sus juntas auxiliares hasta el nivel federal.
Por fortuna, en el municipio de Izúcar de Matamoros, la ahora ex regidora de educación, cultura y deporte, Arely Fernández, tuvo claro durante su administración que nada humano nos debe ser ajeno, y puso en el mismo renglón donde se escriben los asuntos de seguridad, vivienda y desarrollo económico a las actividades que promueven la expresión distintiva del ser humano: el arte y la cultura.
Las actividades que se impulsaron en esta región y que muestran la riqueza etnocoreográfica, musical, escenística, plástica, etc., dan cuenta de la genuina preocupación de Arely y su equipo por ofrecer a la sociedad una ventana a aquello que, como decía Diego Rivera, nutre al cuerpo igual que la comida.
Izúcar de Matamoros es un buen ejemplo de la inmensidad de carencias de nuestro país, las colonias y juntas auxiliares que lo conforman enfrentan problemas que se arrastran desde hace centenas de años; lo mismo ocurre en prácticamente todo el territorio nacional, el cual sobrevive a pesar del despojo histórico, el atropello del sector empresarial transnacional, el crimen organizado, la impunidad solapada desde las más altas esferas del poder político y militar de México, la desorganización social, la delincuencia de cuello blanco y el abuso de las diversas instituciones religiosas, y, aun así, los funcionarios que recientemente dejaron el cargo en Izúcar, derivado del cambio de administración, no olvidaron la necesidad de sus coterráneos, la aspiración a una vida nutrida por la cultura.
Por ello Arely es un contraejemplo de la imagen tradicional que las malas prácticas de los funcionarios públicos han construido en la representación social de los pueblos, ella luchó por preservar el arte, la educación, la cultura y el deporte a pesar de la realidad que vive y enfrenta día a día la mixteca poblana y advierte que desde la sociedad civil lo seguirá haciendo, para que nunca más nos sea ajeno aquello que es humano.
Eduardo Pineda
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